Acompaña a Luis Tarullo:
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Finalmente, el Senado aprobó los cambios para la elección del Procurador General de la Nación y la duración de su mandato, medida que, prima facie, aparece como un triunfo del kirchnerismo más puro y duro, encarnado justamente en la expresidenta, titular del Senado y hoy custodia de ese legado, Cristina Fernández de Kirchner.
Los legisladores oficialistas, por abrumadora mayoría, apoyaron la propuesta de que se necesite solo la mitad más uno de los votos en lugar de los dos tercios del Senado para elegir al jefe de los fiscales.
El complemento es que el designado para ese cargo tenga un mandato de cinco años como máximo y una sola reelección.
La definición fue la clásica: “Votación salomónica”. Ocurre que lo de Salomón fue una puesta en escena para definir una situación sin que haya existido la idea ni la necesidad de partir al bebé en dos, y en las decisiones “salomónicas” posteriores a veces en realidad se destruye lo que sea que esté en disputa.
En este caso se entiende que CFK logró su objetivo y solo le queda voltear al candidato que apadrina Alberto Fernández: el juez federal Daniel Rafecas.
Por estas horas hay que mirar especialmente a Rafecas, para ver si mantiene la intención de ser el mandamás del Ministerio Público Fiscal después de tanto manoseo de su nombre y su candidatura.
Pero, además, hay otros aspectos a tener en cuenta, como si ese manoseo se extenderá en el tiempo si eventualmente llega al cargo, teniendo en cuenta las limitaciones de su mandato, la mengua en la legitimidad debido a la menor cantidad de votos para poner o sacar al Procurador y los previsibles caprichos de los gobiernos de turno, siempre afectos a tener una justicia de su lado.
Justamente, por esos cambios que pueden ser fundamentales, ya podría estar incursionando en el terreno de lo secundario el nombre del candidato. Los mecanismos para las decisiones a discreción ya están en carrera.
Claro que hay que atender otras situaciones para nada menores y tan fundamentales como lo antedicho: el paso del proyecto por la Cámara de Diputados y, por qué no, también por los Tribunales.
En la Cámara baja la discusión promete una cantidad de rispideces y debates superior a la del Senado, habida cuenta de que el oficialismo debe contar los votos como los porotos en una partida de truco.
De entrada, algunos sectores que apoyaron otras iniciativas del Gobierno esta vez no estarán de su lado y anunciaron que inevitablemente el tema llegará a la Corte Suprema de Justicia de la Nación, tal como lo planteó una espada muy afilada de Diputados, como lo es la hoy “lavagnista” Graciela Camaño.
Como tantos temas centrales y proyectos que tocan estructuras institucionales (casi todos) la política se judicializa. Y ahí estará otra de las claves.
Si la Corte debe definir la cuestión ¿habrá otra de esas decisiones ‘salomónicas’ que a esta altura del baile de ‘salomónicas’ tienen poco o nada? ¿O terminará siendo una nueva salida en la que Poncio Pilatos volverá a hacer historia?
Crédito Portada Wikipedia.
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