Estas ruinas de gruesas paredes y la boca de este túnel sobre el río Uruguay, tienen también su historia. Son las ruinas de una explotación de cal de unos hermanos Barquín que vinieron en el siglo pasado en dos carretas, desde Mendoza. Eran españoles. Compraron estos campos y hicieron esta estancia que hasta ahora se llama La Calera.
Aquí todos conocen esta historia y a mí me la narraron tres vecinos muy viejos del lugar, don Juan Seijas, don Francisco Romero y don Pedro Manzore.
Estos hombres hicieron una gran fortuna. Hicieron un túnel en una parte del campo que salía al río en una parte escondida, que ahora se ve aquí.
Dicen que en la época en que Urquiza se propuso extender su patrimonio desde el río Gualeguay al Uruguay, mandaba a llamar a los propietarios de estas tierras para comprárselas, al Palacio San José, y les hacía firmar la escritura sin pagarles, y que al que se negaba hacerlo lo mandaba ejecutar. Cuando los hizo llamar a los hermanos Barquín, no fueron.
Dicen que un día se internaron en el monte con un carrito y un negro esclavo que tenían. Volvieron sin el negro. Y dicen que por el túnel, que tiene como doscientos metros y los dueños de ahora no permiten que se lo abra, se pasaron al Uruguay de noche, por el río, cuando llegó el piquete para ejecutarlos, y dicen que no volvieron nunca.
Dicen que ellos dejaron un gran tesoro enterrado, un entierro. Dicen que pusieron la enorme fortuna que tenían en botijas de barro, como se acostumbraba, que cavaron una sepultura profunda, pusieron las botijas, en el plan, mataron al negro, pusieron el cadáver sobre el primer entierro, y lo cubrieron al cuerpo como se entierra a un muerto. Así, disimularon el tesoro. Por eso no lo encontraron en los primeros tiempos.
Cerca de la casa de ellos había un tala, y al pie, una gran piedra tenía esta leyenda: «A la cuadra está. Y hay unas señales más. Yo las he visto.»
Cuando desaparecieron los Barquín, la gente empezó a buscar el tesoro, pero, por muchos años no lo encontraron. Sospechan que al fin lo encontró un tropero porque era un hombre pobre y de un día para otro compró estancias, campos, y después compró auto, de los primeros que se conocieron. Y se hacía viajes a Colón para ir a tomar el vermú.
También dicen que lo vieron secar los billetes y las libras esterlinas al sol, que se le humedecían, en grandes cantidades.
Versión adaptada por Pueblos y Leyendas de Entre Ríos® del libro «pueblos y leyendas populares de Argentina», el narrador fue Horacio Gastiazoro. El Palmar. Ubajay. Colón. Entre Ríos. 1970.
Por ese entonces Horacio era maestro de escuela. Y cuenta que escuchó esta leyenda a varios campesinos de la región.
Fotos: Diario digital La Nueva Mañana
Sol Ayelén lo reprodujo en Facebook, de Pueblos y Leyendas de Entre Ríos.
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