Acompaña a Luis Tarullo:
Una nueva entrevista periodística brindada por el papa Francisco generó un temporal en el mundo político local, con reacciones diversas y emociones encontradas, especialmente por las definiciones que dio sobre la pobreza en el país.
Jorge Bergoglio trató de hacer una síntesis de la historia argentina contemporánea con un viejo chiste que seguramente su entrevistadora, una periodista de la agencia Associated Press, no conocía.
Le contó que “los ángeles custodios de los países se fueron a quejar a Dios y le dijeron a Dios: ‘Padre, tú fuiste injusto con nosotros, porque -se van a enojar, eh, con esto-, a cada uno de nuestros países le diste una riqueza: ganadería, agricultura, minería. Y a los argentinos les diste todo, todo. Tienen toda la riqueza’, y dicen que Dios pensó un poco. ‘Pero para equilibrar, le di a los argentinos’”.
Con ese relato jocoso trató de explicar lo que había dicho inmediatamente antes sobre los pesares argentinos de al menos las últimas siete décadas, especialmente en materia de pobreza e inflación.
¿Y qué fue lo que dijo? “Argentina, en este momento no hago política, leo los datos, tiene un nivel de inflación impresionante. En el año (19)55, cuando terminé mi escuela secundaria, el nivel de pobreza de Argentina era el 5%. Hoy está en el 52, creo. ¿Qué pasó? ¿Qué pasó? Mala administración, malas políticas”.
Todo un problema para la clase política, pero especialmente para el peronismo, a cuyas ideas adscribe el Papa. En 1955 derrocaron a Juan Domingo Perón después de nueve años de gobierno en los cuales, al margen de adherentes y detractores, indudablemente produjo transformaciones.
Podría interpretarse entonces como un elogio a las políticas peronistas hasta entonces. Pero después, evidentemente, englobó a las sucesivas administraciones en las críticas. Allí están nuevamente Perón (1973-74) y la saga de administraciones kirchneristas, con el resto de los gobiernos de otro signo y las dictaduras.
El Gobierno de Alberto Fernández prefirió esquivar semejantes definiciones y dispuso cargar culpas en el macrismo. El propio Fernández reivindicó a los gobiernos de Perón.
Y hasta los opositores se mostraron sorprendidos y sintieron que debían ejecutar piruetas en el aire o callar, ya que las críticas furibundas que lanzaron contra Bergoglio en los últimos años por sus simpatías justicialistas tendrían que trocar en elogios.
Las declaraciones de Francisco fueron más allá y continuó con sus confesiones personales incluso, a la hora de abordar el tema de las críticas que recibe desde diversos sectores, hasta de algunos flancos de la propia Iglesia católica.
En ese sentido, mencionó “el desgaste del gobierno de diez años”, en alusión a su pontificado iniciado en 2013, cuando lo ungió el humo blanco como el Papa del “fin del mundo” y apenas ascendido al trono de Pedro llamó a “hacer lío”.
Otra sorpresa: se autodefinió como un “indio” sudamericano. Fue cuando dijo que “el gobierno desgasta. Y bueno, primero la sorpresa. ‘Un indio de Sudamérica, venga, ahora a ver qué hace, qué se le ocurre a este’. Cosas buenas, y ya cuando empieza a ver los defectos que yo tengo, a uno no le gusta, la forma de pensar diversa, hay crítica. Yo lo único que pido es que me las hagan en la cara, porque así crecemos todos ¿no? En una familia pasa lo mismo cuando uno se atreve a hablar con papá o con mamá de cosas que no le gustan, crece la familia. Es importante el diálogo, aunque no guste, pero es importante”.
“Hay libertad y eso no se paga. Peor es que esté bajo cuerda. En algunas de las críticas que salieron, incluso las hablé con ellos y alguno vino acá y sí, las hablé. Normalmente, como se habla entre personas maduras. No, no me peleé con nadie, pero di mi opinión, la dieron. Si no es así, se engendra una dictadura de la distancia, que lo llamo, donde el emperador está allí y nadie le puede decir nada. No, que digan porque la compañía, la crítica, ayuda a crecer y a que vayan bien las cosas. En esto, que es un ejemplo y me permito nombrarlo, es el cardenal Re. El cardenal Re, lo que piensa, me lo dice. Después ya, por ahí estoy equivocado, pero me lo dice, y eso es una ayuda grande”. El Papa se refiere allí al cardenal Giovanni Battista Re decano del Colegio Cardenalicio, desde enero de 2020.
Otro tramo de la entrevista estuvo relacionado con las guerras y las armas. “Yo digo, cuando hay que defenderse no queda otra que tener los elementos para defenderse. Otra cosa es cómo esa necesidad de defenderse se va alargando, alargando, y se transforma en una costumbre. Una vez un hombre muy sabio me dijo: ‘Si durante un año en el mundo no se fabricaran armas, un año no más, terminaría el hambre’. La industria de las armas es de las más potentes y uno dice, hasta este punto llegamos. O sea, que, en vez de hacer los esfuerzos para ayudarnos a vivir, hacemos el esfuerzo para ayudarnos a matar. Y sobre eso (me) llamo la atención a mí mismo: ‘Por favor, digamos algo que se pare’”.
Y prosiguió: “Muchas veces se dice que las guerras, una de la finalidad de las guerras, es terminar con las armas que uno tiene depositadas y experimentar armas nuevas. No es la única finalidad, pero se aprovechan las guerras para experimentar. Por ejemplo, leí que había unos drones ahí dando vueltas en otro país y que era una cosa nueva. Seguramente estaban experimentando en la guerra. No digo que sea ilícito, pero es habitual hacer eso. El mundo está obsesionado por tener armas. Los países, hoy en día en vez de ensayar el arma del diálogo, de la comprensión, del negociado, vamos al arma de la prepotencia, de la guerra, es más a la mano”.
En ese punto Bergoglio apeló a una figura tanto real como la que se suele ver en los filmes bélicos: “Pienso en la madre que recibe noticia de su hijo. ‘Señora, tengo el honor de decirle que usted es madre de un héroe. Y aquí está la medalla’. ‘Sí, me robaron un hijo’. Una experiencia más cercana: cuando estuve en Rumanía. Sobre todo, en Rumanía, pero también en Eslovaquia. Cuando pasaba con el auto por los pequeños poblados, la gente estaba para saludar. Se avisaba por radio, por teléfono, que yo estaba pasando. Hombres y mujeres jóvenes, chicos y chicas jóvenes. Ancianas, casi todas mujeres. No había hombres ancianos. Me chocó, la guerra… despobló. O sea, la guerra es cruel. Si pudiéramos aprender eso… Yo no sé qué más decir”.
Tras ello volvió a los mensajes políticos, incluso para la Argentina, cuando retornó con su mensaje a América Latina. Propugnó la idea de la Iglesia de “el diálogo, dialogar, dialogar. Y desde la función pastoral. En América Latina también está acompañar los procesos más sociales, pero desde la teología social de la Iglesia, no desde la adhesión a un partido o a otro”.
Tras relatar el chiste de los argentinos, el Papa le puso unos paños fríos y pidió “que no se enojen, es un chiste. Yo soy argentino, me río, pero algo de verdad hay. Por ahí no terminamos de llevar adelante nuestras cosas”. Touché.
Como remate, volvió a decir “por el momento no” cuando le preguntaron por un viaje a la Argentina. Contó que estuvo programado un periplo por Chile, Argentina y Uruguay. Para noviembre de 2018. Pero “Michelle Bachelet terminaba y estaban en elecciones para elegir al sucesor. Y yo quería ir ahí estando Michelle. Entonces lo pasamos a diciembre, pero ya caer en enero en Argentina, uno no encuentra ni al perro en la calle. Enero es como el agosto romano. Entonces, si usted recuerda hicimos Chile y Perú. Y después ya no se programó más”.
¿Y los abusos? Contó que tuvo una reunión “con un grupo brasileño judeo católico que trabaja en esto. Están muy, muy, muy doctos, decían que entre 42-46% de casos de abuso es en la familia. Que sigue, creo que un 18% en los clubes, en el mundo del deporte, después en las escuelas y ponle un 3% de curas católicos. Somos pocos, ¿no? No, aunque fuera uno es desastroso y el 3% es engañoso. Es mucho. Aunque fuera uno. Y no tenemos que ceder. Y en eso, implacable, porque a veces son casos de perversión”.
Acerca de la homosexualidad volvió a mostrar un signo de singular apertura, podría decirse inédito con respecto a otros papados, aunque como buen jesuita severo respetó la ortodoxia del dogma.
“Somos todos hijos de Dios y Dios nos quiere como estamos y con la fuerza que luchamos cada uno por nuestra dignidad. El ser homosexual no es un delito. No es un delito. Sí, pero es pecado. Bueno, primero distingamos pecado por delito. Pero también es pecado la falta de caridad con el prójimo, ¿y vos cómo andás? O sea, distinguí eso. Y los países que tienen la pena de muerte son diez, 12, creo, todavía, más o menos. Pero curioso, nunca dicen la palabra, dicen ‘acciones deshonestas’ o algo. Usan un giro para decirlo. No, eso está mal. Está mal. Está muy mal. Creo que no hay que discriminar a nadie. Más aun saliendo ya del problema de la homosexualidad, vamos a otro problema. Al asesino más grande, al pecador más grande tampoco hay que discriminarlo. Cada hombre y cada mujer tienen que tener una ventana en su vida donde pueda volcar su esperanza y donde pueda ver la dignidad de Dios. Y ser homosexual no es un delito. Es una condición humana”.
Y así desgranó sus pareceres sobre las cuestiones que, justamente, hacen a la condición humana, ergo, a su propia condición, más allá de que los Papas sean catalogados como los representantes de Dios en la Tierra.
Pero sin dudas lo que sigue desperdigando esquirlas políticas son sus aseveraciones sobre la pobreza y ese tema de que Dios le dio argentinos a la fértil Argentina.
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