El concepto de solidaridad debe ser el de ayudar, facilitar, jamás regalar, a no ser que hablemos de niñez. Estamos complicados. La solidaridad no pasa por aplanar en la pirámide a quienes siempre han correspondido con sus obligaciones. Sino en aumentar exigencias a quienes nunca lo han hecho, pudiendo hacerlo.
Imagino que deberíamos comenzar con algo así como que, no le des a tu hijo lo que no aprendió a ganarse. Ni le des a la gente lo que no se ganó por sí misma a través de su vida.
La pobreza se resuelve con censos, capacitación, una sociedad educada y fortalecida en la iniciativa propia, la de cada uno, con trabajo, y aquello de lo que con justicia dudamos, buenos funcionarios e instituciones. Gastar más allá de los impuestos que se perciben, es no bajar de una montaña rusa, dentro de un coche sin frenos.
Y aquí tres aclaraciones;
-Si el Estado cree que puede sólo, se equivoca.
-Todos somos el Estado.
-Quien llega a funcionario, “no maneja libremente nuestros fondo, los debe administrar”.
Si siempre me «sacaron para No mostrarme resultados», cuando ya no tengan más que sacarme, salvo un puñado de gobernantes, seremos todos pobres, y habremos regresado al medioevo, con reyes que cobren impuestos, y lacayos enriquecidos que te visiten bajo amenaza, para que sigas cumpliendo.
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