Les cuento, que estoy recordando un día de invierno, pre-pandemia, entonces hacía mucho que no mataba el tiempo en la Capital, o “el centro”, como nos referimos desde la provincia, a muchos como yo, la ciudad apurada, no nos gusta, esa vez, caminé tranquilo.
“Algo particular de frío y soledad envolvió mis pasos, una soledad que de tanto en tanto me atrapa y me rescata”.
Sonidos y colores y la belleza escondida en contra/sombras, nubes, terrazas y el reloj, que avanza lento.
Ofertas de cueros, olor a comida, todas las razas, todos los credos, miradas extraviadas, pocas caras, alegres, oferta de sexo como en vitrina de estilos, para todos los gustos.
Frente a una vidriera analicé mi reflejo, ¿cuánto de la ciudad de años anteriores conformó mis modos, igual de mezclados San Fernando, Tigre y El Talar, meteoritos fugaces dentro, de mi propia atmósfera.
Y entonces compruebo, que sigo siendo yo cuando la soledad me rescata.
Y así, pasé un buen rato, cuadra tras cuadra me di cuenta que hay que darse tiempo para estar solo, no soledad de orfandad, solo de solamente estar abrazado por la piel reflejada en una vitrina.
Llegar a sentir que no tenés porque volver a ningún lado y sin embargo seguir siendo el mismo, el que siempre vuelve.
Gracias por traerme a la radio, con alegría los espero en CONSUMER PERIODISMO, para compartir soledades o descubrir nuevas compañías…desde aquí podemos elegir.
Defender la alegría
Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas
defender la alegría como un principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
de las dulces infamias
y los graves diagnósticos
defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de la retórica y los paros cardiacos
de las endemias y las academias
defender la alegría como un destino
defenderla del fuego y de los bomberos
de los suicidas y los homicidas
de las vacaciones y del agobio
de la obligación de estar alegres
defender la alegría como una certeza
defenderla del óxido y la roña
de la famosa pátina del tiempo
del relente y del oportunismo
de los proxenetas de la risa
defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas
del azar
y también de la alegría
Mario Benedetti
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