Todos los días seguimos con atención los reportes del Ministerio de Salud en los que se actualizan los números de contagiados y fallecidos por el COVID-19 y vemos cómo permanentemente esos números van en aumento.
Algo inevitable, en tanto sean datos que se acumulan, los que nos permite dar por sentado la mayor de las obviedades: aun en el mejor de los panoramas, aun cuando se llegue a doblegar definitivamente a la pandemia, los números no bajarán. No es sanidad, es matemática.
Una matemática tan simple y básica que pareciera ser pasada por alto en la mayoría de los análisis de la situación. Y ya que seguimos con las obviedades, repasemos una que todos los días la tenemos al alcance de la mano y no le prestamos la menor importancia.
Por todos los medios de comunicación se dan a conocer los datos actualizados de casos confirmados y fallecidos. Sin embargo, son pocos -podríamos decir que sobran los dedos de una mano para contarlos- los que se toman la molestia de ir calculando cómo evoluciona la tasa de letalidad del virus.
No puede ser más simple y ni qué hablar ahora, que cualquiera dispone de calculadora en su celular. Se trata de dividir el número de fallecidos por el de contagiados, para saber así cuál es el porcentaje de muertos sobre el total de casos. Consumer Periodismo acaba de hacerlo y no vamos a hacer alarde de un esfuerzo descomunal. Repetimos: es nada más que una cuenta de dividir, como la que nos hacían hacer en la primaria.
Por no hacer ese trabajo, por ponerle un nombre a lo que es una simple división, hoy la mayoría de la población está en alerta porque se superaron los 100.000 casos desde aquel primero del 3 de marzo. A fuerza de ser pesados, volvemos a decirlo: siempre será así, cada día tendrá más casos que el anterior aunque haya un solo contagiado, por la sencilla razón de que son datos acumulados.
Pero en caso de hacer la división, hay una buena razón para el optimismo. Porque la tasa de letalidad está bajando. Y está bajando mucho desde hace más de dos meses.
En un principio, quizás porque no se contaba con la capacidad de registro con la que se cuenta ahora, los datos eran preocupantes e iban en aumento. El 16 de abril la tasa de mortalidad fue de 4,57%. Para fines de ese mes ya había pasado el 5% y siguió en ascenso hasta el 5 de mayo, cuando tocó el máximo de 5,36%.
Desde entonces, con algunos rebotes aislados, la tendencia descendente es más que evidente. No vamos a repasar día por día los porcentajes, pero vamos a citar algunos números para tener la cabal dimensión de ese declive.
Ese 5,36% del 5 de mayo se transformó en un 3,20% a fin de mes. Y a fines de junio cayó al 2,02%. En lo que va de julio siempre estuvo debajo del 2% y al momento de cerrar esta columna, la tasa de mortalidad cayó al mínimo de 1,84%.
Es decir que en poco más de dos meses, la caída de la tasa de letalidad se derrumbó un 65,7%. Y que de cada cien contagiados, más de 98 sobreviven, cuando dos meses atrás eran menos de 95.
Modestamente, nos parece un dato relevante. ¿Por qué no se lo destaca al dar los informes diarios del Ministerio de Salud? Lo ignoramos. Pero habrá que convenir que no es tan difícil hacer una división.