Nos refiere el INDEC, que “En mayo de 2020, el índice de producción industrial manufacturera, por sus siglas, el IPI, mostró una baja de 26,4% respecto a igual mes de 2019. El acumulado enero-mayo de 2020 presentó una disminución de 16,3% respecto a igual período de 2019.
El índice desestacionalizado da una variación positiva de 9,0% respecto al abril o sea, subió algo. Y qué, prosigue el INDEC, de acuerdo a un relevamiento especial en el contexto del COVID-19 realizado a más de 1.700 locales, solamente 38,6% de ellos operaron con normalidad en mayo, mientras que 50,3% lo hizo parcialmente y 11,1% de los locales no tuvo actividad productiva”.
Permitíme traducirlo; Datos concretos y resumiendo, desde 2019 hasta ahora, interanual, registramos una caída del 26,4%. No hay otro dato para tu bolsillo.
Esto según el INDEC y su esfuerzo, aunque sabemos que la cifra puede ser algo mayor.
Digamos que al menos entre 18 mil y 21 mil empresas PyMES cerraron desde el principio de la cuarentena hasta ahora. Multiplicalo por cada familia dependiendo de la cantidad de empleos de esas Pymes. Pero si analizamos la cantidad de despidos y consideramos la doble indemnización, lo que confirma que de nada sirve la medida, los empleos en blanco han caído estrepitosamente. Ya en el primer trimestre de este año, sin Covid19, el desempleo subió un 10,4%, o sea, desde Macri, hubo 28 meses consecutivos de caída de empleos, algo así como 2 millones de personas sin trabajo. Podría ahora subir al 14 o 15%. Ni hablar de la falta de trabajo en el empleo informal. Desde 2006 hasta diciembre de 2015 la perdida fue colosal. Estábamos mal, y comenzó 2020. Los últimos días de marzo, pisamos la primera fase de cuarentena.
Se debate entre diferentes actores políticos, académicos y sociales, si el gobierno se apresuró a instalar la primera fase, o debió esperar y por tal motivo ahora, ante tanta gravedad de datos concretos, vemos mucha gente en la calles. O si la medida estuvo bien, siendo que a diferencia de otros países aquí se priorizó la anticipación. Se razona si el costo económico hubiera llegado al extremo de lo que padecemos hoy.
Difícil tratar temas ficcionales, a no ser que se utilicen en alguna novela.
Estamos aquí y ahora. La medida se tomó y no estamos bien. Sin embargo opino que de demorar la cuarentena, hubiéramos estado solo un poco mejor. Y acaso con más muertes.
Sin dudas la gente desesperada por deudas, necesitada de plata, sin financiación ni crédito, con empresas y negocios cerrados, salta la barrera de la cuarentena, que es lo mismo que decir que produce la ruptura de cualquier DNU conforme la situación económica se agrava, y esquiva medidas municipales lo mismo que de cada gobernación, sobre todo en Caba y Amba aunque no lo asuman. Impaciente, cargado de ansiedad y necesidades, imbuido de cumplir con obligaciones en medio de una cadena de pagos cortada, el humano, busca caminos que recuperar, por hambre, por estatus, por ambición o por responsabilidad.
Si Argentina en un año regresa a la misma situación de diciembre de 2019, habrá sido un gran logro. Vamos a estar peor aún, sin embargo, países como argentina, siempre tienen una bonanza de recuperación impredecible. Los memoriosos hablan de una recuperación en V corta, se llega al vértice de abajo y en tanto se produzca, se sube en meses. Eso somos. Eso podemos.
Se requiere, claro, que cada sector político y económico, lo aproveche, se ayuden entre sí, por el bien de todos. El país necita plata, lo emitido queda corto y tiene un costo en el mediano y largo plazo, pero antes que eso, necesita diálogo.
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