La Corte Suprema de Justicia de la Nación es a esta altura del campeonato, el espejo en el que podrían mirarse –y seguramente se miran- muchos de los habitantes del mundo estrictamente político.
Independientemente de las consideraciones personales y evaluaciones que hagan los 45 millones de expertos en todología que constituyen la grey ciudadana de este país, el máximo tribunal dio otro ejemplo de “muñequeo” en casos altamente sensibles para la institucionalidad.
El pedido de los camaristas cuyos traslados fueron revocados por el oficialismo en diversas instancias –con epicentro en el Senado- fue admitido por la Corte, que resolvió, por ahora, no resolver nada.
O al menos no decidir la fundamental cuestión de fondo, tal si es constitucional lo que hizo la Cámara alta al dar por tierra con los traslados de jueces dispuestos por decreto por Mauricio Macri.
“Déjese todo como está”, dijeron los cinco jueces supremos, con el voto propio del presidente Carlos Rosenkrantz, quien en las decisiones de la Corte suele aparecer como Tom Hanks en la película “Náufrago”, sin siquiera un humilde “Wilson” que lo acompañe.
El tribunal se cuidó especialmente de no rozar a los poderes Ejecutivo y Legislativo, que en realidad son los ámbitos en los que se urdió la estrategia para desplazar a los incómodos –para el oficialismo- Leopoldo Bruglia, Pablo Bertuzzi y Germán Castelli de sus actuales sitiales.
En ese marco, les pidió respuestas y opiniones urgentes por las demandas de los jueces al Consejo de la Magistratura (donde formalmente empezó la avanzada) y al Procurador General de la Nación interino, Eduardo Casal (también en la mira del gobierno), pero cuyos pronunciamientos no son vinculantes.
Otro dato a tener en cuenta: la Corte no tiene plazos para resolver los temas, pero en este caso entraría en una contradicción si no lo hiciera, pues si aceptó el per saltum por una cuestión de urgencia y posible gravedad institucional, la misma situación debe contemplarse para definir sobre la legalidad de las acciones del oficialismo contra los magistrados.
Pero, siempre hay un pero en estas circunstancias en las que la política y la justicia se aparean, la Corte le otorgó a Bruglia y Bertuzzi una licencia por 30 días. Por qué, es la primera pregunta. Porque los jueces habían pedido un tiempo de descanso hasta que se aclare la situación, máxime cuando sospechaban –o quizás ya les habían avisado- que la Corte no iba a reponerlos en la Cámara Federal ni a devolverlos a sus tribunales de origen.
Y hay otra posible respuesta: neutralizados en sus casas los “obstáculos” que significan para los tres poderes estos jueces que se han transformado en “leading case”, ensayar todas las variantes posibles en este juego de ajedrez un tanto previsible en algunos movimientos, habida cuenta de las repetidas historias durante una retahíla de décadas.
Ahora hay expectación por lo que pueda hacer el oficialismo en los ámbitos en los que cuenta con poder y mayoría. No hay que olvidar que, con lecturas que pueden rozar los extremos de la interpretación, el Gobierno avance contra los otros siete jueces que estaban en el lote de cuestionados.
En el medio, se amplían los interrogantes sobre la suerte de la reforma judicial impulsada por el Frente de Todos, tanto en los cambios en los tribunales inferiores como posibles modificaciones en la constitución de la Corte.
Todas las especulaciones, en definitiva, están a la orden del día. Sobre todo cuando hay contendientes con peso y experiencia política y en el medio una resolución del máximo tribunal de justicia del país diseñada ad hoc, a cuya traducción original (para determinado fin) se le puede añadir una definición muy vernácula: “A medida”.
Crédito imagen Portada Diario Sintesis
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