Acostumbrados que estamos a buscarle la quinta pata al gato, sobre todo cuando se trata de reglas por cumplir, las luces de la creatividad se encienden para hallar las más iluminadas interpretaciones de las normas en un intento de conseguir, por cansancio o por presión, volcar la letra en nuestro favor.
Numerosos, casi inagotables son los casos en los que nos ponemos el traje de David para ganarle a Goliat en cuestiones que van desde una multa de tránsito, la calidad de un artículo y cuanto más, asumir las responsabilidades que como propietarios nos caben en la vida común de los consorcios.
En los diez días que van DISPO en la Ciudad, la interpretación amañada, de las aperturas autorizadas ha generado discusiones en cuantía de propietarios contra administradores a quienes tildan de autoritarios pero que, con una reacción rayana en la subordinación laboral del tiempo de las colonias, apelan al remanido látigo verbal “son nuestros empleados”.
Una típica descalificación que evidencia un error conceptual: el administrador es el representante legal del consorcio con el carácter de mandatario conforme el Código Civil y Comercial (Art 2065).
Los reclamos y desavenencias tienen su origen en una mezcla de sesgada comprensión de los protocolos de apertura de la Ciudad con una dosis de correveidile entre uno y otro edificio, o de desidia de un mandante legal negligente. ¿Cómo no puedo traer a mis amigos si en el edificio de mi prima Petunia, pueden pasar? Sus amigas van, pueden usar la parrilla, la pileta y disfrutar del sol, argumentan con énfasis.
La disposición 4725 del Gobierno porteño del pasado mes de Octubre se completó con un protocolo de lineamientos para el uso de estos espacios. Indica allí que está “expresamente prohibido el ingreso de personas ajenas al Consorcio” y que el uso de los espacios comunes “será exclusivo de las personas o grupos convivientes y/o cohabitantes por unidad funcional”.
Señala que los mismos serán habilitados con un sistema de días, horarios y turnos. De igual modo en los edificios con amenities. Las visitas externas no están permitidas. Pero la etapa DISPO (Distanciamiento Social, Preventivo y Obligatorio) de la cuarentena que “amplió a 20 personas la capacidad máxima para reuniones sociales al aire libre, en espacios públicos y privados”, desató la tormenta consorcial.
El cuestionamiento central reside en definir a que llama la Ciudad reuniones sociales. Si ésta comprende y con ese número las tertulias con familiares y amigos en los edificios, previendo los encuentros por Navidad y Año Nuevo. Muchos vecinos entienden que están abarcados para usar a gusto y piacere el Salón de Usos Múltiples (SUM), la terraza, la parrilla, la pileta o el parque. La otra cuestión a discernir: aire libre.
Algunos administradores, en medio del jaqueo consorcial agotados y mareados por tanta regla, objetan la claridad de la disposición. Y aquí vuelve a regir el alma mater, la muñeca de la administración: respetar las normas pero con criterio y lógica.
El ingreso de externos al Consorcio está prohibido, y el uso de los espacios comunes al aire libre, si los hubiere en un edificio – parrilla o terraza – salvo que deban atravesar un lugar cerrado previamente, podrán usarse. Sólo los propietarios con turnos y los protocolos exigidos desde los tiempos de ASPO, porque ésos no han cambiado.
Este no es el único escenario de ataque de nervios. La limpieza natural del medioambiente, con la disminución de dióxido de carbono en el período de aislamiento total, benefició tanto a plantas como aves e insectos que utilizaron los espacios públicos sin miedos y atrevimiento. Lo podemos observar en jardines y Parques de la Ciudad. Una audacia que no dejó eximidos a los edificios.
A los nidos de palomas – viejas habitantes de casas, torres y condominios – se sumaron las abejas con la construcción de su panal en lo alto de algunos edificios cercanos al verde y las flores. Con toda lógica tienen que polinizar para elaborar la miel con su doble valor alimentario y curativo para los humanos. Es decir, deben trabajar y producir con su estructura de casta: obreras, zánganos y reina.
Claro que las abejas, aquí tienen mala prensa. Infunden temor entre los citadinos de ser aguijoneados en la primera distracción, encendiendo las alarmas para su erradicación a como dé lugar. Exterminar ya.
Si no se las toca, ni ataca, las abejas siguen su curso laboral: un secreto campero a voces. La colmena debe trasladarse a un entorno natural. Un llamado a medio ambiente de la Ciudad para su retiro bastará para su preservación.
A estas alturas y por tanto para recorrer, sirve aplicar el sabio consejo del maestro shaolín a Kung Fu: paciencia pequeño saltamontes, paciencia.
Crédito Portada InfoAgro.
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