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Acompaña a Luis Tarullo:
Mucho se ha dicho en el transcurso de la historia acerca de los vicepresidentes, especialmente de la presunta intrascendencia del rol que juegan cuando los presidentes son potentes figuras.
Incluso ese virtual desprecio por la investidura se suele imponer al rol institucional que tiene el “número dos”, tanto como directo sucesor en la primera magistratura o titular nato del Senado.
Sin embargo, parece que en no pocas ocasiones los hechos superan a las palabras, sin discriminación entre países desarrollados o subdesarrollados.
Sin ir demasiado lejos, es contundente el caso de Dick Cheney, vice de George Bush hijo durante sus dos mandatos, entre 2001 y 2009. Es considerado por el mundo político como el vicepresidente más poderoso que alguna vez haya tenido Estados Unidos.
Otro caso emblemático, 35 años antes, fue el de Lyndon B. Johnson, heredero de la Presidencia tras el asesinato de John Kennedy. Johnson se reveló como un excelente primer mandatario que quedó en la historia por su lucha contra el racismo y las leyes que obtuvo para eliminar la segregación de los negros, algo que fastidió a sectores de su propio partido. Su contracara fue el aumento de la presencia de EE.UU. En Vietnam.
Distinto fue el caso de Gerald Ford, quien sucedió al renunciante Richard Nixon tras el escándalo “Watergate”, quien, si bien tuvo entre las estrellas de su gestión de tres años el final de la Guerra de Vietnam, pasó con más pena que con gloria por el sillón más preciado de la entonces principal potencia mundial.
Otro ejemplo, pero al sur del Río Bravo, es el de Diosdado Cabello, quien ocupó el segundo lugar en el poder de Venezuela, aunque por un breve tiempo, pero ello le sirvió, igual que los cargos que ha ostentado y ostenta, demostrar que es el verdadero hombre fuerte de su país. Incluso el propio Hugo Chávez le debió movimientos militares que permitieron su libertad.
María Estela “Isabel” Martínez de Perón fue un ejemplo de vicepresidenta sumamente débil, puesta en ese sitio por su marido, el tres veces presidente Juan Domingo Perón. Siempre se ha pensado que el caudillo justicialista tenía entre sus convicciones la posibilidad de vivir más años de los que vivió y por eso no imaginó que su esposa iba a reemplazarlo. Perón murió e “Isabel” fue una protagonista del derrumbe del gobierno, lo que derivó en la toma del poder de la peor dictadura que asoló a la Argentina.
Carlos “Chacho” Álvarez tuvo su impronta durante la truncada gestión de la Alianza, entre 1999 y 2001. La personalidad, la extroversión y el arte de tejer política de “Chacho” contrastaba con el del presidente Fernando De la Rúa, una persona parca y sólida en las lides legislativas, pero, como se ha visto, poco efectivo en la faz ejecutiva. Y el más claro ejemplo del peso del dirigente que se forjó en el peronismo fue –más allá de los cuestionamientos- su renuncia a la Vicepresidencia, que empezó a marcar el principio del fin de aquella coalición.
Más acá en el tiempo y en el espacio geográfico, es indudable el rol de Cristina Fernández, mencionada a diario como quien verdaderamente ejerce el poder, o al menos marca las principales líneas, aunque tratan, con Alberto Fernández, de sostener un equilibrio que no siempre es firme. No hay mucho que agregar al hándicap político, la experiencia y la forma de ejercer el poder de CFK, un caso casi sin antecedentes en la historia local y regional.
Y la novedad ahora, de la que habla todo el mundo, es Kamala Harris, la flamante vice estadounidense que acompaña en la cúpula institucional norteamericana a Joe Biden. Bastante se dicho y se dice de Harris y del rol que le depara la gestión y, por qué no, la historia.
En tren de análisis y especulaciones, se ha arriesgado que hasta podría convertirse en la primera presidenta de Estados Unidos.
Por un lado, en base a una posibilidad indeseada, que podría ser el abandono de la Presidencia por parte de Biden por cualquier razón, pero siempre teniendo en cuenta su avanzada edad y lo que significa ello para un mandatario norteamericano que debe ser siempre omnipresente.
Y la segunda opción es que, al término del mandato de la dupla, en 2025, Harris sea la candidata natural del Partido Demócrata.
Lo concreto, e indudable, apenas a días de haberse instaurado un nuevo Gobierno de otro signo, es el papel preponderante que tendrá Harris en la gestión y en el desarrollo del entramado político, tanto interno como exterior.
Lo cual, junto con los otros antecedentes continentales y mundiales, obliga a afirmar que a esta altura es por lo menos un error –si alguno aún lo piensa- subestimar al “número dos” de la dupla presidencial.
CFK-Crédito imagen la5pata-LaQuintaPata-
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