Ante la noticia de la muerte de Carlos Menem, uno debe esperar y tomar la distancia necesaria.
Las Redes fueron permisivas como para poder leer de todo. Quienes lo prefirieron como Presidente y hasta demostraron cariño y nostalgia, a aquellos que lo detestan aun, tratándolo como el mandatario que cambio al Justicialismo por el Liberalismo y, quien remato el país a empresas privadas. Hay quienes jamás podrán olvidar la explosión de Rio Tercero y la causa Armas (que tuve que cubrir por aquellos años para América).
Sin dudas es diferente la visión que puede tener un ciudadano que lo padeció, hasta aquel que no lo perdona, ya que hasta he observado que hubo quienes han celebrado su muerte.
Del mismo modo, es diferente lo que un Periodista puede decir tras haberlo conocido durante el tiempo que tuvo que cubrir política para cualquier Medio Acreditado, o como Profesional Independiente.
Creo que el Presidente Carlos Menem, tuvo un primer mandato donde se vieron algunos logros, muy diferente a su segundo mandato, errático y de divorcio social y económico con gran parte de la sociedad, arrastrando o arrastrado por un Cavallo con el que terminaron en las antípodas, pese al 1 a 1 o por ello mismo.
Repito, estuve ahí, tuve como tantos que cubrir aquellas instancias.
En mi vida y mi bolsillo padecí como cada argentino el vaivén de un primer mandato algo calmo, que devino en crisis luego. Y tuve la responsabilidad de poner al aire a Domingo Cavallo aquella tarde en que ya despedido, todos los periodistas lo buscábamos, cuando la suerte quiso que lo ubicara en su domicilio de Avda. del Libertador.
Pero no nos salgamos del tema; ¿Qué presidente en argentina tras la Dictadura, no tuvo aduladores y detractores?
Creo que luego del trato de Alfonsín hacia y con el Periodismo, aun siendo criticado (con la altura debida, claro), los que siguen en tolerancia son Carlos Menem y De la Rúa. Pocos presidentes han tenido un trato tan cordial con la prensa, incluso en sus peores días. Lo mismo que el entorno que Menem eligió, desde su hermano Eduardo al resto de los ministros. Eran hombres que podían equivocarse, y mucho, pero con los que se trataba cualquier tema. Eran, insisto, “tolerantes”. La palabra, era y debería seguir siéndolo; Respeto.
Incluso Néstor Kirchner; nuestra última reunión, solos, fue en su oficina de Puerto Madero al poco tiempo de ser Presidente en el año 2003, cuando él envió a llamarme por alguien de su equipo, para proponerme un tema que tuve que rechazar. Lo que nos ubica ante el temperamento de un Poder cambiante en Argentina, pero hasta entonces gentil, amable, educado aun ante las diferencias.
Alfonsín, Menem, De la Rúa, Kirchner, fueron hombres simples con los que se podía conversar todo aun no estando de acuerdo con ellos, más que nada en las intimidades de sus despachos, hasta los etiquetaría hoy como “respondedores profesionales” de diferente carácter cada uno.
Así les pesara alguna que otra pregunta, había una respuesta.
Eduardo Duhalde en cambio, fue quien en San Vicente y al perder las elecciones nacionales, me respondió cuando lo consulte al tocar mi turno, para Multimedios América si “Él se consideraba el padre de la derrota”, recuerdo su respuesta; “No, para saber eso habría que hacer unos cuantos ADN”, culpándolo claramente a Menem.
Otro temperamento hay que decirlo, adquirían todos ellos ante una plaza repleta (masa, y esto no es insulto) o ante el Partido. Uno los veía transformarse. Y hablamos de mutaciones diferentes en cada caso, como desconectados de ellos mismos, de ese mismo tipo que hacía horas o días estuvo conversado con vos.
Tras esto, y tomando distancia de cada sensata posición de uno y otro lado cargada de motivos y causas propias, de cada comentario en las Redes, lo que llegó después de Ellos, fue la intolerancia y “los filtros”, es decir, secretarios de secretarios de secretarios, prenseros en más de un caso sin preparación y cada vez menos competentes para crear una estrategia comunicacional, jóvenes o adultos con los que era imposible mantener un dialogo inteligente, donde para ellos todo era válido con tal de no permitir a un Periodista llegar a cada mandatario, o peor, eran siluetas deformes de lo profesional con esquemas rígidos, siempre más papistas que el Papa.
Como Ciudadano padecí cada Presidente. Como Periodista puedo comprender habiéndolos conocido, (a diferencias de colegas que aprecio, en mi caso nunca quise fotos, creo que las fotos de un modo u otro te comprometen), facetas que serían inimaginables, sobre todo cuando uno percibía sus flojeras de hombres comunes.
Eso es un Presidente en cualquier parte del mundo, y no otra cosa. Un hombre, una mujer, que por diferentes circunstancias llega a ocupar ese lugar.
¿Si saben de política? Aunque cueste creerlo, saben de política lo que pocos, por eso están ahí.
La única duda es Macri.
Cuando se abre una puerta que se cierra por detrás, un periodista puede conocer lo que el público jamás sabría de ellos, un espacio en que la dualidad es perpetua como en cada uno de nosotros, lo bueno y lo malo. Lo mejor y lo peor. No hay grises, es blanco o negro y ellos lo saben. Lo saben con su conocimiento, con sus abominaciones, con sus soberbias, con sus simplezas, con sus debilidades humanas.
Con lo imperdonable, y lo que podemos perdonarles.
Estén vivos, o estén muertos.
Es argentina, y están o estuvieron ahí, porque cada uno de nosotros tuvo mucho que ver con eso.
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