Aquel mediodía del 22 de junio de 1921, Jose Fallótico vio a una persona dubitativa en cruzar la calle, inmediatamente comprendió que se trataba de un ciego que esperaba para cruzar la esquina de Medrano y Rivadavia de la Ciudad de Buenos Aires.
Fallótico lo ayuda a cruzar la avenida, pero además le dice algo que resultará decisivo: «Déjeme su dirección. Mañana recibirá algo que, en lo sucesivo, le evitará estos plantones en la calle.» Dicho y hecho: Fallótico pinta de blanco un bastón que tenía en su casa, y se lo hace llegar al no vidente.
Ese agradecido peatón se llamaba Miguel Fidel y fue la primera persona en usar un bastón blanco para ciegos.
Fallótico un santafesino que por aquel entonces vivía en el barrio de Flores, lo ofreció a la Biblioteca Argentina para Ciegos, donde plantea la idea de que los no videntes usen un bastón blanco para identificarlos fácilmente y así, ofrecerles ayuda si lo necesitaran.
Agustín C. Rebuffo, director de esa institución, apoya la sugerencia y al poco tiempo empiezan a difundirse en Argentina los primeros bastones blancos para ciegos. Pronto su uso se hace universal.
José Fallótico nunca patentó su invento, fueron los estadounidenses quienes se adueñaron de la novedad, cuando George Benham, presidente del Club de Leones de Illinois, propuso para uso de los discapacitados visuales un bastón blanco con extremo inferior rojo, a fin de que se les otorgue prioridad de paso.
Horacio Molino–HISTORIAS SECRETAS, DESCONOCIDAS U OLVIDADAS DE LA CIUDAD AUTONOMA DE BS.AS
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