Acompaña a Luis Tarullo:
Las relaciones políticas internacionales tienen entresijos para la mayor parte de las sociedades y lo que se ve en la superficie es apenas una expresión de ellas, que no siempre condice con la realidad. No obstante, esos elementos que se observan públicamente sirven para sopesar esas relaciones.
El caso de Israel no es la excepción, pero el balance es altamente positivo desde fines de los años ’40, cuando la Argentina fue la primera nación de América Latina en reconocer al entonces flamante Estado de Israel. Ello se produjo después de la aprobación de la ONU para la creación de un estado judío y otro árabe en al áspero territorio que sigue siendo punto de conflicto y la posterior declaración de independencia de Israel.
Además, en la Argentina está asentada la tercera comunidad judía de Latinoamérica y una de las «top ten» del mundo en territorio extra israelí.
Pero todos estos datos y aspectos fulgurantes de una relación bilateral encuentran algunas nubes cíclicamente, como en otros casos, aunque en los últimos años ello se dio con una frecuencia que mostró una mayor intensidad.
Hay varios ejemplos que dan muestra de esas circunstancias, en las que no pueden ser incluidas algunas aisladas expresiones antisemitas de sectores marginales, menores, sin incidencia en el grueso de la comunidad.
La «alta política» es el lugar donde se producen esos cortocircuitos, en el que los atentados contra la embajada de Israel y la AMIA fueron indudablemente un punto de inflexión post-guerra fría y post-caída del Muro de Berlín.
De hecho, aunque la Justicia determinó la autoría intelectual de esos ataques, que lamentablemente pusieron a la Argentina en los primeros planos mundiales, aún los señalados como responsables de la planificación y ejecución siguen andando orondos por el planeta, sin que nadie los lleve tras las rejas.
Varios años más acá en el tiempo, el Memorándum con Irán firmado por el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner fue un elemento de choque con Israel y el mundo judío y aún está irresuelto en la sempiterna maraña de la Justicia, que se mueve al compás de los tiempos políticos. De hecho, está en pleno análisis -supuestamente- un pedido de la expresidenta (actual Vicepresidenta de la Nación) para que se anule toda la causa.
En las últimas jornadas se sumó otra cuestión a la luz del recrudecimiento del conflicto israelí-palestino, incluidos enfrentamientos armados, cual es la postura de la Argentina al respecto.
La Cancillería emitió un comunicado en el que condenó “el uso desproporcionado de la fuerza por parte de unidades de seguridad israelíes” y a la vez, en un intento de mostrar una postura salomónica, advirtió sobre «la respuesta a través del lanzamiento de misiles y artefactos incendiarios desde la Franja de Gaza».Jorge Knoblovits, titular de la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA), la expresión política de la comunidad judía local, criticó tanto al Gobierno argentino como la resolución del Consejo de Derechos Humanos de la ONU que aprobó abrir una investigación permanentemente contra Israel por crímenes de guerra y un embargo en su contra.
Knoblovits dijo que “hace años que el Consejo de la ONU es un espacio devaluado y al servicio de los peores regímenes fascistas”, pero alertó: “No nos extraña la conducta de ese organismo internacional, pero sí nos molesta y nos duele que nuestro país se haya sumado a semejante afrenta».
Añadió que “quienes tomaron la decisión de apoyar que se investigue a Israel cuando es el país que fue víctima de una agresión criminal, y al no decir ni una palabra del grupo terrorista antisemita Hamás, se creen progresistas. Pero no se dan cuenta que quedaron del lado del más puro fascismo”.
Pero al mismo tiempo la pandemia de coronavirus hizo lo suyo e Israel, uno de los escasos países que aparecen ganándole al virus, elaboró una lista de naciones de «máximo riesgo» por la enfermedad, en la que incluye a la Argentina.
Esa nómina está compuesta además por Rusia, Ucrania, Etiopía, Brasil, Sudáfrica, India, México y Turquía.
Las regulaciones, se explicó, prohíben la salida de ciudadanos y residentes israelíes (salvo excepciones) a países de máximo riesgo. Y para viajar a esas naciones se requiere la aprobación de un Comité de Excepciones.
Es cierto que hay varios otros países definidos como de riesgo por Israel, la lista que integra Argentina es la que tiene el semáforo rojo.
Estos roces significan cortocircuitos que, también es necesario aclararlo, no amenazan con derivar en situaciones insolubles en las relaciones bilaterales, pero indudablemente provocan temblores en momentos sumamente sensibles. Además, como se ha dicho, por debajo de la superficie suele haber elementos, datos, circunstancias que equilibran con creces y hasta colocan en un terreno ampliamente positivo la tradicional convivencia entre dos o más naciones.
De todas maneras, lo fundamental para allanar los caminos del futuro es cerrar, en este ámbito también, cualquier atisbo de grieta, sobre todo cuando hay tanta historia común de por medio que trasciende cualquier interés o conveniencia política coyuntural.
Credito Portada-Jorge Knoblovits – World Jewish Congress
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