Acompaña a Luis Tarullo:
Hace muy pocas semanas se preveía que la carrera por los salarios había concluido por lo menos hasta principios del año próximo, pero la escalada de la inflación que se instaló para quedarse después de la defunción del Plan de Convertibilidad terminó mostrando que apenas se cumplió una etapa, como en las competencias automovilísticas.
Y en las últimas jornadas se largó la segunda serie, en la que algunos sindicatos picaron en punta y lograron una buena clasificación para la final, que también posiblemente se corra antes del fin de este 2021. Muchos sindicatos habían firmado incrementos salariales que fueron desde el desactualizado cálculo de inflación del 29% hasta cerca de 40. Todo eso es pasado. La reapertura de las mesas de discusiones ya empezó a arrojar resultados, como la de los bancarios, que consiguieron algunos puntos más y otras compensaciones. Lo mismo con los camioneros. Situación llamativa la que se dio con los legislativos nacionales, ya que con ese alrededor de 40% que pactó en cuatro cuotas consecutivas permitió la apertura de las compuertas para el resto de los gremios. Pero en estas épocas de crisis agravada por la pandemia de coronavirus es importante mirar la parte que habitualmente no se aborda con tanta intensidad como sí se hace el tema del guarismo de los aumentos en los sueldos y el desarrollo de las negociaciones a veces tortuoso. Y se trata de la situación de las actividades respectivas, de las cuales varias parecen no haber sufrido los contratiempos del último año y medio.
Justamente el aumento espectacular que ha logrado la Asociación Bancaria, con su secretario general, Sergio Palazzo, como fuerte aspirante a una próxima jefatura de la CGT auspiciado por parte del Gobierno, demuestra sin sombras que los bancos siguen siendo los grandes ganadores en la alicaída economía argentina. En realidad, los bancos vienen haciendo pingües negocios desde la época de la dictadura, por mencionar solo la etapa contemporánea de los últimos 50 años. El único escollo grave que apareció en ese lapso, como lo fue la crisis del 2001, también fue sorteado por las entidades financieras, desde entonces más financieras que nunca. Otro de los ejemplos, el de los camioneros, también es representativo de aquellos rubros que siempre contaron con ventajas. El esquema del transporte de cargas argentino le permite al gremio de los Moyano seguir acumulando poder y beneficios. Y vuelve la pregunta: ¿Reforma? ¿What reforma? Por ejemplo, a propósito de estas actividades, siguen siendo utopías argentinas las reformas financieras (un sector que en algunas cuestiones tiene matices usurarios) y del esquema del transporte, donde el tren, si bien pudo recuperar algo de terreno, sigue bajo el yugo de los camiones. Como siempre, claro, los mayores costos de esos y otros sectores -como el de la sanidad o el de comercio- los termina pagando el usuario, el famoso «consumidor final».
La foto final, en estas largas épocas de inflación incontrolable, es réplica de la historia de qué fue lo primero, si el huevo o la gallina. Y los protagonistas de las pulseadas terminan siguiendo el camino más fácil, como es resolver el juego en lo inmediato y seguir tirando la pelota afuera. Tampoco es cuestión de demonizar, confundir los objetivos y atacar al mensajero. Sobre todo, cuando los trabajadores reciben todo lo que se les consigue como el maná en el desierto. Pero, en definitiva, el statu quo vigente durante tantos años y gobiernos sigue sin cambios. Ni siquiera desde adentro parecen poder modificarse las cosas, como ocurre con aquellos que quieren ampliar la oferta de opciones y de democracia sindical pero no son escuchados, siempre por razones políticas que no necesariamente están ligadas a lo partidario, sino que, como otras cuestiones, responden a conveniencias individuales, sectoriales y corporativas. Muchas veces, alejadas del bien común y de las reales políticas de Estado.
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