La casa debe su nombre a los pavos reales que ornamentan su fachada; fue construida hace más de un siglo bajo el diseño del arquitecto italiano Virginio Colombo, que cuando tenía 43 años apareció muerto en su vivienda del barrio porteño de Balvanera, fue el 22 de julio de 1927 , con un disparo en la cabeza termino con su vida.
Los últimos 16 años de su vida había dejado un sello personal en la construcción de 50 edificios de la ciudad de Buenos Aires, a la que llegó en 1906.
Fue llamado para colaborar en la ornamentación del Palacio de Tribunales, trabajó en la sede judicial de Talcahuano y colaboró en el diseño de pabellones de la Exposición del Centenario de la Revolución de Mayo (que le valieron una medalla de oro)
La corta vida de Colombo quedó envuelta en una madeja de misterios que todavía hoy arquitectos, historiadores o simples aficionados buscan desenredar, no así con las obras que legó y embellecieron las calles porteñas. Una de las más impactantes es la llamada Casa de los Pavos Reales, un edificio de rentas de 1912 levantado en cinco pisos y dos bloques en Rivadavia 3216 de Balvanera.
Por su ornamento de fachada debe su nombre y en si a las ocho figuras en símil piedra con el contorno de esas aves, junto a otros tantos leones en balcones. Colombo utilizó rasgos del estilo medieval italiano, el art nouveau y el eclecticismo para cumplir el pedido de los propietarios del terreno que le encargaron el proyecto: los hermanos Rossi, también italianos, dedicados al calzado femenino, que eligieron esa zona cuando aún no había traza urbana. Durante bastante tiempo la casa fue de las construcciones más altas. La avenida de Mayo y la continuación de Rivadavia era el eje de la burguesía que en las primeras décadas del siglo XX invertía en ladrillos.
Al frente se pueden observar los seis accesos independientes y dos locales comerciales de la planta baja. Además de pavos y leones en símil piedra (con diferentes texturas y granos), se observan en la fachada revoques reconstituidos graníticos con base mineral pigmentada; sectores símil ladrillo visto y otros en vidrios coloreados. Los dos edificios están apareados, cada uno de ellos con una planta simétrica y la respectiva entrada independiente. Hay 14 departamentos en cada bloque: seis al frente y ocho al contra frente.
Que la construcción es de 1912 lo prueba la perfilería de origen inglés (a la vista en planta baja y sótano), ya que durante y luego de la Primera Guerra Mundial Inglaterra no exportó acero, porque lo destinaba a elaborar material bélico.
La titularidad de la Casa de los pavos reales se mantuvo en pocas manos hasta la ley de propiedad horizontal de 1948, y en algún momento de las siguientes dos décadas quedaría dividida en dos consorcios. Uno de ellos sería comprado por la administración de Aquilino Colombo (sin parentesco con el arquitecto), y esa parte fue afectada por la traza de la fallida Autopista3 y sujeta a expropiación. Esto implicaba que no podían hacerse reformas ni venderse, y poco a poco quedó deshabitada.
Unos años más adelante trajo nuevos propietarios a la parte desocupada y en 1992, con la modificación del Código de Planeamiento Urbano de la Ciudad de Buenos Aires, toda la finca quedó bajo nivel de protección estructural.
A partir de entonces comenzó a crecer la necesidad de restaurar la fachada, que ya había sufrido caída de ornamentos y rajaduras, pero recién con el nuevo milenio se encararon los trabajos. En 2005 ambos consorcios pidieron un subsidio a la subsecretaría de Patrimonio Cultural del gobierno porteño, y tras obtener el 50 por ciento y, licitación mediante, contrataron a la empresa JIBSA S.A. de José Ignacio Barassi para realizar la restauración.
Esta obra trabajo para reponer leones caídos, reparar grietas y recuperar el color originario de algunos sectores.
Algunas otras obras de Colombo todavía pueden admirarse en Sarmiento 1374/82 (sede de la Societá Unione Operai Italiani. hoy abandonada y muy deteriorada); en la avenida Entre Ríos 1081/3 (Casa Anda, también muy dejada); y en la avenida Corrientes 2548/60 (la Casa Grimoldi), entre tantas otras.
Estos son algunos aspectos de este personaje ilustre que en pocos años dejo además de sus notables obras una cantidad de misterios aún irresueltos de este milanés que llegó a Buenos Aires en 1906, vivió aquí durante los siguientes 21 años y dejó historias para reconstruir y contar casi un siglo después.
Horacio Molino de HISTORIAS SECRETAS, DESCONOCIDAS U OLVIDADAS DE LA CIUDAD AUTONOMA DE BS.AS en Facebook.
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