Entre finales del siglo XIX y comienzos del XX, el movimiento anarquista seguía los ideales teóricos modernos del italiano Errico Malatesta (1853-1932).
Fugado de Italia llegó a nuestro país y recorriendo la Argentina, ayudó a organizar varias asociaciones sindicales junto a Enrico Ferrer y organizó la primera huelga del sindicato de panaderos de la Argentina, que duró diez días.
La mayoría de los panaderos eran de tendencia anarquista, ya que entre otras cosas el trabajo nocturno facilitaba el horario para sus reuniones y actividades secretas.
Malatesta vivió en la Argentina entre 1885 y 1889, fue el encargado de redactar los estatutos.
En 1887, se creó en Buenos Aires una organización laboral la “Sociedad Cosmopolita de Resistencia y Colocación de Obreros Panaderos”.
Se editó por varias décadas el periódico “El Obrero Panadero”. Malatesta regresó a Italia, donde recibió arresto domiciliario por orden de Mussolini.
El sindicato de panaderos fue conducido por dirigentes anarquistas por varias décadas.
Lo que parece ser, nombres inocentes ya cotidianos para los argentinos, tienen un trasfondo cargado de protesta y rebeldía, y se remonta a estos panaderos de fines del siglo XIX.
El hecho no es nuevo. Acciones similares fueron encaradas por los panaderos de Viena 200 años antes con la creación de las revolucionarias ‘croissant’: dando así a los vieneses la posibilidad de comerse el principal símbolo de sus enemigos del Islam: la medialuna. Tomado esto como reacción a la resistencia propuesta por Austria a los continuos ataques realizados por los soldados turcos del Imperio Otomano.
«Sacramentos», «Bolas de fraile», «Suspiro de monja», «Cañoncitos», «Bombas de crema» y «Vigilantes», son los nombres que desde entonces se llama a las diferentes facturas en las panaderías, pero su origen es muy poco conocido.
Lejos del origen de cada obrero, la burla a la autoridad de turno los igualaba. La ironía se imponía sobre las largas mesas de madera, cargadas de harina, y el destino de la queja apuntaba a la Policía, al Ejército y también a la Iglesia.
Fue así que se arraigó en los porteños, dejando en claro su postura en el convulsionado panorama obrero de Buenos Aires de fin de siglo diecinueve
Así las famosas Bombas, de crema, pastelera o de dulce de leche son una burla directa contra el Ejército o las Bolas de fraile o Suspiro de monja: ya que los panaderos de 1888 les pusieron ese nombre para ironizar sobre los curas y las hermanas al igual que los Sacramentos
Los Cañoncitos hacen alusión a los cañones del Ejército, así como los Vigilantes son una burla directa a la fuerza policial.
Sin duda el rey es el churro, apelativo con el que en Argentina se define el chico más lindo del barrio. Cuentan que los churros cobraron vida en la Cataluña del siglo XIX, aunque se estima que tiene origen árabe, y cobró fuerza su consumo en las cafeterías de la Avenida de Mayo, al emular lo que sucedía en Madrid y en otras ciudades españolas.
Muchos atribuyen la creación de las Cremonas a la esencia misma del anarquismo, por su entrelazado en redondo con letras tales como la “A” y la “V”, que evoca la victoria de este movimiento político. O los Libritos de grasa, evocando a la educación de esa época.
El término factura, viene del latín facere, significa hacer o crear, pero en Argentina tiene también su significado particular, pues el gremio de pasteleros usó la palabra como forma ingeniosa de llamar la atención sobre el valor de su trabajo.
Argentina es el único país que llama a sus pasteles «facturas», en Uruguay por ejemplo, se elaboran panificados similares conocidos como bizcochos.
Cada 4 de agosto, se celebra el Día Nacional del Obrero Panadero ya que ese día, en 1887, se fundó la Sociedad Cosmopolita de Resistencia y Colocación de Obreros Panaderos, el primer sindicato de todo el país que nucleó a esa profesión.
Horacio Molino nos trajo esta historia; De HISTORIAS SECRETAS, DESCONOCIDAS U OLVIDADAS DE LA CIUDAD AUTONOMA DE BS.AS del Muro de Facebook.
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