ETERNA REPETICIÓN DE UNA HISTORIA CON RECUERDOS- Por Luis Tarullo.

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Municipio Pilar

Gobierno y CGT. CGT y Gobierno.

Desde tiempos a estas alturas inmemoriales, las administraciones de diverso signo y la central madre de los trabajadores intentaron una armonía en sus relaciones.

Sabido es que la confederación sindical adoptó en un momento el signo peronista y jamás lo abandonó, pero, aunque resulte paradójico, en muchos de esos momentos de la historia las relaciones más complejas fueron con los gobiernos justicialistas.

En este caso no hay excepciones, y por ello Alberto Fernández ha puesto especial interés en que la relación con la CGT se mantenga con una sintonía sin más interferencias que las «normales», o sea sin protestas extremas ni reclamaciones destempladas.

Claro que los tiempos de definiciones son momentos críticos -más en estas épocas agravadas por la pandemia- y se presentan o aumentan las posibilidades de que esas relaciones se vean alteradas.

También desde hace mucho tiempo la solución para esos problemas «maritales» pasa por la víscera más sensible del hombre según algunas teorías: el bolsillo. Y entonces ahí aparecen mágicamente las soluciones.

En estos casos políticos, y tiempos de elecciones, la terapia va por dos vías: la monetaria y la de las candidaturas. Como este último viene algo escuálida desde hace mucho tiempo, la primera es la que termina imponiéndose, sobre todo ante la constante crisis económica de las obras sociales.

Sobre los puestos reservados para los sindicalistas en las nóminas de candidatos, siempre hay apenas un puñado que no llegan a completar los dedos de una mano. En esta ocasión se destaca la candidatura del jefe de los bancarios, Sergio Palazzo, un radical K, quien, oh casualidad, es uno de los que pretende (y algunos postulan) para ser nuevo jefe de la CGT. También aparecen en el horizonte otros nombres como el de Sergio Sasia, de los ferroviarios. Pero todo, por ahora, es pura especulación.

Trascendió que el Presidente, en la reciente reunión con la central sindical en la Casa Rosada, habría prometido la entrega de varios miles de millones de pesos para compensar prestaciones costosas de las obras sociales (las cifras que salieron a la superficie rondarían los 60 millones de dólares), con lo cual ello actuaría como una virtual sordina para acallar voces díscolas.

Pero esos gritos podrían amplificarse en el propio corazón de la CGT, que en estas próximas semanas deberá elegir al sucesor o sucesores del binomio Héctor Daer-Carlos Acuña. La idea predominante es una conducción unipersonal nuevamente, con un consejo directivo ampliado con la participación de mujeres en una exacta proporción de 50/50.Para el Gobierno, y especialmente para Fernández, lo más cómodo sería la continuidad de Daer, o en todo caso el dueto, que viene actuando de manera complementaria bajo la metáfora del «policía bueno/policía malo». Un «moderado» como el dirigente de la Sanidad, un «duro» como el mandamás de los trabajadores de estaciones de servicio.

No es casual que la CGT haya intercalado las reuniones de sus cuerpos orgánicos para elegir la nueva conducción entre las elecciones PASO y las generales, para tener un panorama claro sobre lo que vendrá. Lo mismo hicieron los sindicatos mayoritariamente con el tema de los salarios, actualizando los haberes al menos hasta fines de este año o principios de 2022 como para capear la inflación, dejando en pie algunos mecanismos (revisión paritaria, cláusula gatillo) para una recomposición en caso de remezones post eleccionarios.

Todo forma parte, en definitiva, de una eterna repetición de una historia con recuerdos.

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