BUENOS AIRES FUE FUNDADA POR UN SIFILITICO BUSCANDO SU CURA-Por Yayo Hourmilougue.

Antes de la llegada de Don Pedro de Mendoza los territorios de la hoy Buenos Aires eran tierras dominadas por los querandíes, lo que llevo a Don Pedro a atreverse a dominar al pueblo originario. ¿A qué se debe el nombre de “Buenos Aires”?.

Es curioso lo que cuenta Ulrico Schmidl, cronista del viaje de Pedro de Mendoza, dice, que cuando llegaron a estas tierras, los querandíes: “Regalaron a nuestro capitán tres hermosas mujeres jóvenes”, sin dudas parece un gran recibimiento como para venir a conquistarlos, se comentaba que al parecer el capitán perdió a sus tres muchachas; tal vez porque no pudo satisfacer a las tres juntas. Esto ya de entrada provoco un gran revuelo en el campamento.

En realidad el capitán Don Pedro, nunca habría podido con siquiera una de las tres muchachas, era sifilítico. Y lo que motivo a que viniera a estas tierras era que se decía que los aires del Río de la Plata traían un polen que curaba la sífilis. Ese fue el verdadero motivo de la expedición de Pedro de Mendoza.

Cuando se concretó la fundación de Buenos Aires todavía Don Pedro de Mendoza estaba esperanzado la veracidad de esos dichos, de ahí el esperanzador y loable nombre “Buenos Aires”. Parecería que en su denominación hasta puso todos sus deseos de que así fueran “nuestros aires”. Lo cierto es que no solo no logro su cura, sino que la paso muy mal, llego a relatar a su cronista antes de su partida “Me voy con seis o siete llagas en el cuerpo, cuatro en la cabeza y otra en la mano que no me deja escribir, ni firmar”

La fecha más aceptada de la fundación es el 3 de febrero, pero no hay seguridad sobre ella: oficialmente se mantiene el 2 de febrero, aunque ni siquiera se sabe si hubo un acto de fundación. Lo más probable es que no haya existido tal acto, ya que Mendoza estaba muy mal de su enfermedad en esa época. El lugar también es una incógnita, pero el más aceptado por los historiadores es lo que hoy sería el final de la actual calle Humberto I.

Para más desgracias descubrió que no había más plata que la del poético nombre del río, y que los supuestos yacimientos de oro eran sólo una leyenda, que al contrario de los imperios mexicanos o inca, cuyos templos desbordaban oro, plata y piedras preciosas, aquí se encontraron con los querandíes, humildes nativos que no tenían nada.

El fuerte se había establecido en una zona baja y pantanosa, fácilmente inundable e insalubre, donde los mosquitos propagaban enfermedades y epidemias. El maltrato de algunos españoles a los indígenas motivó que dejaran de frecuentar el campamento y se rebelaran. Casi enseguida, la falta de comida obligó al adelantado a enviar guarniciones en todas direcciones para buscar alimentos que paliaran la hambruna; no fue fácil. Eran atacadas por las partidas de indígenas que los rodeaban.

Este adelantado descubrió que no encontraba ni los remedios para su enfermedad, ni los tesoros de los que tanto había oído hablar. Corría el año 1536 y pocos españoles sobrevivían en las manzanas que rodeaban a la plaza central, donde se fundó la ciudad, con la pequeña iglesia de adobe y el necesario cura.

La ira se apodero de tanta desdicha, y mando a matar a todo el pueblo querandí y quedarse con lo poco que tenían, pero grande fue la sorpresa, otra sorpresa, cuando en poco tiempo ya eran 4.000 los querandíes que le ofrecían resistencia. No eran demasiado si tenemos en cuenta que de un lado había armas de fuego y, del otro, lanzas y boleadoras. Eran sí lo suficientemente feroces como para despellejar y acaso devorar a los pobres infelices españoles. Los querandíes ofrecieron una resistencia heroica y, de hecho, consiguieron sitiar a los españoles sumiéndolos en el hambre.

Lo único que parecía avanzar era la sífilis que lo consumía. “¿Cuándo regresará Ayolas, Virgen del Buen Aire? –Rogaba con angustia- ¿Cuándo regresarán los hombres que envié al Brasil por  víveres? ¿Cuándo terminará este martirio y partiremos hacia la comarca del oro? ¿Por qué su triste destino no era como el de otros conquistadores favorecidos por ese propósito: llegar al apetecido y preciado oro y regresar enriquecido a casa?”

Ulrico Schmidl relato. “llegaron a tal punto la necesidad y la miseria, que debimos comernos los zapatos y los cueros de todos.”. Lejos de aquel apetito sexual del comienzo ahora era otro el apetito que “carcomía” a los españoles y llamativamente en un pasaje del cronista Schmidl, referido a sus contrincantes querandíes dice ”Son hombres altos, hermosos, guerreros”, y como para que no se mal interpretara lo escrito, también comenta “las mujeres son muy hermosas, y llevan sus vergüenzas tapadas del ombligo a las rodillas”, “Éstas mujeres hacen la comida y dan placer a su marido y a los amigos de éste, que lo pidan. Quien no lo crea o quiera verlo, que haga el viaje”, frase que esboza tipo carnada, como para no sentirse tan solo en su desdicha.

En los primeros meses de 1537, según el diario de Dubrin (hermano de leche del rey Carlos I de España y Carlos V del Sacro Imperio Romano Germánico, apodado también “el César”), don Pedro decide organizar su regreso a la patria. No soporta más. Su enfermedad se había agudizado y nada de la empresa colonizadora daba muestras de componerse. Cegado de hambre y odio, abandonó todo y se embarcó con pocos hombres.

Murió en altamar doblegado por su tuberculosis y su sífilis.

Horacio Molino

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