Vamos a demostrar porqué los mapuches no pueden reclamar tierra alguna en el hoy, territorio nacional argentino. Para concluir con que si un sector del gobierno los ampara, desconoce la historia, y mal explota una situación política.
Un trabajo de Gustavo Cairo para MEMO, (Política, economía y poder), que hemos recibido de terceros.
@memodiario
Adaptación Radial-
Desde hace algunos años vemos como en la Patagonia argentina, ciertos grupos mapuche que se autodenominan «originarios» toman tierras y ejercen actos de violencia, invocando supuestos derechos ancestrales sobre esos territorios.
Si hay un pueblo que puede ser considerado originario de la Patagonia es el tehuelche, que la habitó desde hace unos diez mil años. Magallanes los llamó «patagones» cuando desembarcó en la región que luego en su honor se denominó Patagonia. Ellos se llamaban a sí mismos «aóniken», la denominación «tehuelche» se la dieron los mapuche mucho tiempo después. Quienes visitaron la región en el siglo XVII como el jesuita Mascardi o el marino Villarino documentaron que en las márgenes del Nahuel Huapi o al pie del volcán Lanín vivían tribus tehuelches. Nombres como Esquel, Gaiman, y Chaltén provienen de su lengua. La Cueva de las Manos en Santa Cruz, presenta restos arqueológicos tehuelches de miles de años de antigüedad.
Los mapuches por el contrario, son originarios de la Araucanía chilena. Algunos grupos comenzaron a cruzar la cordillera instalándose en el actual territorio argentino a partir del siglo XVI, luego de la llegada de los españoles, en un proceso denominado «araucanización de la Patagonia».
Antropólogos e historiadores de Chile y Argentina coinciden en el origen chileno de este pueblo y su relativamente reciente llegada al este de la cordillera de los Andes. El reconocido antropólogo chileno José Bengoa, autor de Historia del pueblo Mapuche expresa «antes de la llegada de los españoles a Chile, las pampas argentinas estaban habitadas por pequeños grupos indígenas no mapuches. Los mapuches no tenían relaciones con la pampa y se circunscribían a su territorio en el lado chileno». El argentino Antonio Serrano coincide: «Los araucanos no son oriundos del territorio argentino. Su establecimiento en él y la araucanización de los núcleos autóctonos es relativamente reciente. Los araucanos propiamente dichos ocupaban en el momento de la conquista, el territorio chileno y ellos mismos se nombraban mapuches». Milcíades Vignati de la Academia Nacional de Historia escribió: «los indígenas de procedencia chilena que invadieron el territorio en la segunda mitad del siglo XVIII, hasta lograr la hegemonía sobre las otras tribus, eran elementos invasores, chilenos de raza araucana». Por su parte el historiador anarquista Alvaro Yunque en Calfucurá, la conquista de las pampas relata: «antes de la raza venida de Chile, las pampas habían sido habitadas por indios aborígenes de esta tierras, pampeanos auténticos. Lentamente fueron substituidos, por eliminación o absorción, por las razas más agresivas e inquietas de Arauco».
Fue un choque de culturas. Los tehuelches eran amigables y creían en la pacífica convivencia con los blancos. Diversos testimonios dan cuenta de ello: Musters, un viajero inglés que convivió con ellos más de un año desde 1870, dice en su libro Vida entre los Patagones: «los tehuelches son bondadosos, de buen carácter. En mis relaciones con ellos, me trataron siempre con lealtad y consideración, y dispensaban el mayor cuidado a mis pocas pertenencias». Ramón Lista, escribió en Los Tehuelches, una raza que desaparece, que: «el tehuelche es hospitalario, en su hogar hasta el enemigo es inviolable». Los araucanos por el contrario, traían una mentalidad guerrera, agresiva y eran muy superiores en número. Las consecuencias fueron trágicas para los tehuelches.
Los tehuelches llamaban chenna (guerreros) a los araucanos.
Musters cuenta que «los mapuches, tenían esclavos tehuelches», capturados en las batallas de Barrancas Blancas sobre el río Sengel y Geylum cerca del Nahuel Huapi. En relación a estas luchas Ramón Lista nos dice: «comienzan las incursiones vandálicas de los araucanos. Las tolderías tehuelches son sorprendidas y asaltadas al amanecer, se combate cuerpo a cuerpo, a lanza, a flecha, a bola: los ancianos inermes son estrangulados; las mujeres y los niños huyen despavoridos; al alarido de unos les responde el grito de venganza de los otros; todo es confusión, y la sangre humedece la tierra. Los tehuelches casi deshechos se reorganizan, estrechan sus filas, y después de algunos momentos rechazan a la horda araucana que huye llevándose no pocas mujeres y niños cautivos. Estas razzias se repiten de tiempo en tiempo». Entre las más cruentas batallas está la de Languiñeo, («lugar de los muertos»), cerca de la actual ciudad de Tecka. En ella, a principios del siglo XIX los araucanos atacaron a los tehuelches en un combate que duró tres días. El saldo fue de cientos de muertos aóniken. Entre los sobrevivientes, las mujeres fueron tomadas por aracuanos y sometidas a su arbitrio. Los niños, asimilados.
Se han hallado en el lugar numerosas sepulturas, armas y huesos de los vencidos. El cacique mapuche Chocory, quien comandaba a los atacantes, tomó como una de sus esposas a una tehuelche que, a la postre sería la madre de Sayhueque, rey del «país de las manzanas».
El chileno Guillermo Cox que cruzó en misión exploratoria a territorio argentino en 1863, nos cuenta en su libro Viaje, las regiones septentrionales de la Patagonia sobre la matanza de Piedra Shotel, de 1820, donde el cacique araucano Paillacán atacó a los tehuelches con armas de fuego.
El asalto se realizó por sorpresa al amanecer y duró varias horas. La derrota tehuelche fue cruenta. Federico Escalada en El Complejo Tehuelche entrevista a doña Agustina Quilchaman de Manquel, cuyo bisabuelo fue tomado cautivo, junto a su madre y cuatro hermanas luego de esa sangrienta batalla en la que, entre tantos mataron a su padre. Dos de las hermanas fueron tomadas por esposas por el vencedor Paillacán. También la madre de su bisabuelo fue llevada por esposa de un araucano, por derecho de conquista. «Las madres tehuelches jamás olvidarían la afrenta sanguinaria infligida a su estirpe derrotada, ni el recuerdo de los seres queridos masacrados en aquel ataque, durante las insomnes veladas del cautiverio». Todas estas batallas de exterminio sobre los tehuelches hacen pensar en un verdadero genocidio.
Tehuelche.
La actitud hacia los cristianos también fue diametralmente opuesta. Los tehuelches tenían una excelente relación comercial con los españoles/argentinos de Carmen de Patagones y los galeses de Chubut. Intercambiaban plumas de avestruz y pieles por pan, tabaco, azúcar y aguardiente. En Chubut desde 1865 hasta la actualidad se conmemora el encuentro entre galeses y tehuelches. En 1965, para el centenario de ese evento, en Puerto Madryn se inauguraron dos monumentos, uno a la Mujer Galesa y otro al Indio Tehuelche.
Dionisio Schoo Lastra, en El Indio del Desierto relata: «Casimiro (cacique tehuelche) llevaba siempre una bandera azul y blanca, que hacía flamear en reuniones, fiestas y consejos, con el deliberado propósito de significar que ellos eran indios argentinos».
Este cacique, en la última etapa de la Campaña del Desierto y al tener conocimiento en 1881 de la llegada victoriosa de la expedición del general Villegas al lago Nahuel Huapi «se presentó con su indiada al campamento argentino con la bandera nacional al frente, y fue recibido con honores de un soldado». Musters fue testigo de un parlamento por el cual los tehuelches «convinieron en ponerse a las órdenes de Casimiro con el consejo de defender Patagones, en el caso posible de una invasión de los indios de Calfucurá, porque si esa población llegaba a ser destruida, no habría mercado para sus pieles».
Los mapuches por el contrario, traían una cultura de lucha y odio contra el «huinca». El fin de la Guerra de Independencia en Chile con la batalla de Maipú en 1818, determinó que tribus mapuches enteras, que en su mayoría habían apoyado a los realistas, cruzaran la cordillera para instalarse definitivamente en suelo argentino. Entre ellas, los voroganos y los ranqueles, que inauguraron una época de desolación sobre las tribus tehuelches de la pampa atacándolas sistemáticamente. Bajo el liderzgo de los caciques chilenos Calfucurá y Yanketruz, los sangrientos malones marcaron toda época. Los campos y poblados de San Luis, Mendoza, Córdoba y Buenos Aires, eran arrasados, con un saldo de miles de muertos y cautivas, el robo de millares de cabezas de ganado y la pretensión de negociar de potencia a potencia con Argentina, desconociendo la soberanía nacional en toda la pampa y la Patagonia.
Los Pampas, que eran los tehuelches de la región pampeana se pusieron del lado de las autoridades argentinas. Juan Catriel combatió junto a Rosas a los araucanos y fue un inclaudicable amigo de los cristianos. Su hijo Catriel el joven, fue nombrado coronel del ejército argentino y murió peleando contra quienes denominaba «indios chilenos invasores». Su nieto Cipriano Catriel y sus lanzas fueron fundamentales para derrotar a Calfucurá en la batalla de San Carlos en 1872.
Las campañas del desierto de Rosas de 1833 y de Roca de 1879, que rescataron miles de cautivas, fueron contra estas tribus invasoras, nunca contra los tehuelches. La diferenciación era muy clara. Estanislao Zeballos escribió en 1878: «Habitan la Patagonia los indios de otra nación accesible a la civilización por su índole pacífica y sus instintos humanitarios, los Tehuelches, no son invasores, porque su índole y sus costumbres difieren radicalmente de los caracteres morales y elementos materiales de los araucanos. Los tehuelches son indios naturalmente preparados para la civilización»
Federico Escalada nos entrega una semblanza -ya en el siglo XX- de dos de los últimos caciques tehuelches: «Keltchamn, es el último gran jefe tehuelche con mando efectivo de la de la Patagonia. El recuerdo de este noble jefe ha quedado como inconmovible ejemplo de la hidalguía, pureza y desinterés de que fuera capaz esta raza. El consenso de los antiguos pobladores que le conocieron es unánime. Recto, veraz. Las autoridades constituidas lo consideraban como policía y juez de las comarcas que dominaba. Los pobladores blancos encontraron en él un buen amigo. Su segundo, Venancio, siguió con su legado y supo desfilar con su tribu con bandera y lanza, junto a los escolares, y a las fuerzas de Gendarmería Nacional. Actuaba en esas circunstancias con la dignidad correspondiente a su rango y participaba de los actos patrios. A los sesenta y tantos años murió de un síncope. Tuvimos la dolorosa sensación de asistir al último acto de la trágica epopeya tehuelche».
Para concluir, diremos que Argentina siempre fue un pueblo abierto a todos los que quisieran habitarla en paz y con fines fecundos. Ha sido además, un ejemplo mundial de integración social, sin problemas raciales ni religiosos.
Es inadmisible que un grupo de impostores pretendan invocar «derechos ancestrales», ilegítimos desde ya, para usurpar violentamente propiedades y atacar personas. Algún trasnochado quizás pretenda reeditar los delirios del aventurero francés Antoine de Tounens que en 1860 se autoproclamó «rey de la Araucanía y la Patagonia», considerando a esas regiones exentas de la soberanía de ningún país.
Mucho menos tolerable es que el actual gobierno argentino por acción u omisión, los ampare y aliente a intensificar sus actos de terrorismo.
Como te decía al principio, Un trabajo de Gustavo Cairo para MEMO, (Política, economía y poder), que hemos recibido de terceros. Quedate en Consumer Periodismo, con cada uno de los colegas.
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