Las condiciones, aunque no fundamentales, para conseguir este trabajo eran ser ladrón o asesino, pero el conocimiento de la lectura, era imprescindible ya que también actuaba como pregonero. El trabajo consistía en anunciar las noticias a los vecinos, torturar a detenidos y ejecutar a condenados
Cada tarea tenía su arancel, en tiempos del virreinato, eran las siguientes:
-1 real por cada pregón realizado
-1 peso (eran 8 reales) por torturar a un reo y lograr su confesión
-1 peso por aplicar azotes al condenado en la vía pública
-2 pesos por ejecución de la pena capital, además de quedarse con sus pertenencias
-1 peso extra si el cuerpo debía ser quemado o cortado en 4 partes para ser colgado como modo de advertencia
Entre los verdugos más conocidos figuró Bonifacio Silva quien anunció el Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810 y fue el encargado de ejecutar a Martín de Alzaga en 1812
El verdugo Silva juntó dinero para comprar la libertad de su novia, la negra Tomasa con quien vivió hasta su muerte.
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