LOS VEINTICINCO MATES. Yayo Hourmilougue.

Cuenta Gabriel Carrasco, hijo de Eudoro Carrasco, empleado de la Secretaría de Rosas, una anécdota que recoge de su padre y que se refiere al Profesor de música de Manuelita Rosas, el profe, le enseñaba piano.

En una circunstancia, don Juan Manuel de Rosas trabó conversación con el Profesor, requiriéndole información sobre los adelantos de Manuelita en sus clases de música, originándose una prolongada conversación con el docente domiciliario. Rosas, que siempre estaba asistido por una ordenanza que le cebaba mate, invitó al maestro de música que, aunque era poco aficionado a la criolla infusión, aceptó el ofrecimiento procedente de tan alta investidura. Mientras Rosas conversaba animadamente, el mate circulaba sin interrupción entre ambos protagonistas, hasta que al sexto mate, el maestro, satisfecho, dio gracias al ordenanza. Cuando Rosas recibe en forma seguida su mate y se da cuenta de que el maestro lo había abandonado, le explicó que no quedaba bien tomar mate solo, sino con alternancias, por lo que lo invitaba a seguir acompañándolo.

El maestro, sin ningún entusiasmo, reanudó la ronda de mates con Rosas que era un gran tomador de esa infusión. Cuando ya habían tomado quince mates, el maestro estaba más que saturado y próximo a descomponerse, por lo que hizo señales al cebador en un sentido negativo. Rosas, advertido, le manifestó que el mate estaba riquísimo y que sería una picardía dejarlo; más aún, sería casi una ofensa si lo dejaba solo con el mate. Estas últimas expresiones, al parecer sonaron muy graves ya que el maestro resignado tuvo que seguir tomando mate. El pobre hombre estaba hinchado, descompuesto, opilado como dice, y entre la animada conversación de Rosas, llamado por sus tareas políticas y administrativas tuvo que retirarse, situación que el maestro aprovechó para retirarse de la casona de Palermo, totalmente descompuesto, llegando a su casa en estado deplorable.

A los pocos días, le llega al maestro desde Palermo un sobre con una carta de Rosas en la que lo felicita por los progresos alcanzados por Manuelita en el piano, y también había dentro del sobre otro envoltorio; al abrir este último, encuentra veinticinco mil pesos y una nota que decía: «Van mil pesos por cada mate», una pequeña fortuna. Dicen que el maestro golpeó fuertemente el pie contra el piso y exclamó: «¡Haberme tomado treinta mates!», olvidando la descompostura de las vísperas.

Fermín Chávez.

«La Vuelta de Juan Manuel»

Pag, 134.

Rosas y su Época – Historia Argentina en General

Ricardo Geraci Del Campo Ríos

Rosas y su Época – Historia Argentina en General

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