Acompaña a Luis Tarullo:
Los niños y los adultos mayores fueron, son y serán los eslabones más débiles de la cadena humana. Expuestos eternamente a las más diversas inclemencias planetarias, tanto las provocadas por la naturaleza como las derivadas de la acción del ser humano.
La crisis climática es una síntesis de esa conjugación que se está acelerando rápidamente y deriva en olas de calor cada vez más prolongadas. También son más intensas, extendidas y frecuentes.
Y en ese contexto casi 560 millones de niños y niñas están expuestos a ese fenómeno global y casi 625 millones a la larga duración de las olas de calor, la gran intensidad de ellas o las temperaturas extremadamente altas.
Un informe de Unicef, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, indica que según las previsiones, “en el año 2050 casi todos los niños y niñas del planeta –más de 2.000 millones– deberán soportar olas de calor más frecuentes, tanto si en dicha fecha el mundo alcanza un escenario de ‘bajas emisiones de gases de efecto invernadero’ con un calentamiento estimado de 1,7 °C, como si se da un escenario de ‘emisiones muy elevadas de gases de efecto invernadero’ con un calentamiento estimado de 2,4 °C”.
Las estadísticas indican que, en el año 2020, o sea ayer nomás, 1 de cada 4 niños vivía en zonas donde la duración media de las olas de calor era de 4,7 días o más.
Pero para 2050, según Unicef, “en un escenario de bajas emisiones con 1,7 °C de calentamiento, esta proporción aumentará de manera drástica a más de 3 de cada 4 niños”.
Otras cifras complementarias: en 2020, cerca de 740 millones de niños de todo el mundo (1 de cada 3) vivían en países donde las temperaturas superaban los 35 °C durante 84 días o más al año. Para 2050, en un escenario de emisiones muy elevadas, con 2,4 °C de calentamiento, esa cifra aumentaría a aproximadamente 816 millones de niños (2 de cada 5).
“Con 2,4 °C de calentamiento, el 94% de los niños y niñas estarán expuestos a olas de calor muy prolongadas”, se advierte.
Y aparece un dato por demás inquietante: que los países del G20 (donde está el lote de las potencias mundiales y los principales países emergentes) son emisores del 80% de todos los gases de efecto invernadero. También se resalta la contracara; que esas naciones llevarán la iniciativa para contrarrestar los efectos nocivos, aunque todas deben actuar y si es posible al unísono.
“El mundo debe acelerar la transición hacia la producción de energías renovables”, es la exhortación.
Unicef destaca en su informe “la necesidad urgente de adaptar los servicios destinados a la infancia a medida que se revelan las inevitables consecuencias del calentamiento global”.
Y en ese marco defiende “una mayor reducción de las emisiones con el fin de prevenir los peores efectos del resto de manifestaciones del calor extremo”.
“Millones de niños más quedarán expuestos a olas de calor muy intensas y a temperaturas extremadamente altas, en función del grado de calentamiento global que se alcance. Para 2050, los niños de las regiones septentrionales (del norte) enfrentarán los aumentos más drásticos en cuanto a intensidad de las olas de calor, mientras que, en África y Asia, casi la mitad de todos los niños y niñas estarán expuestos de manera constante a temperaturas extremadamente altas”.
Con rotunda lógica, subraya que “el calor es especialmente nocivo para la salud de los niños y afecta a su educación y su subsistencia futura”.
Por ello exhorta a que “los países deben actuar ahora” para:
-“Proteger a la infancia frente a la devastación climática adaptando los servicios sociales.
-“Preparar a todos los niños y niñas para que puedan vivir en mundo con una nueva situación climática.
-“Priorizar a la infancia y los jóvenes a la hora de asignar financiación y recursos relacionados con el clima.
-“Prevenir una catástrofe climática reduciendo drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero para mantener el calentamiento global en 1,5 °C.
“Casi todos los países están sufriendo olas de calor variables. Las acciones que cada gobierno emprenda ahora determinarán la supervivencia de quienes son los menos responsables de esta crisis: nuestros niños, niñas y jóvenes”, asevera.
Precisa además que “todos los gobiernos deben revisar sus planes y políticas nacionales sobre el clima con miras a aumentar tanto sus actuaciones como su ambición de mitigación. Asimismo, deben reducir las emisiones en al menos un 45% para 2030 con el fin de evitar que el calentamiento sobrepase los 1,5 °C”.
Que el mundo atraviesa una realidad complicada no es ninguna novedad. Ello viene ocurriendo desde el principio de los tiempos.
Pero desmenuzada esa realidad, el cuadro se torna hoy más alarmante y por qué no sombrío, especialmente para los más vulnerables. Aquellos que, en definitiva, son el futuro.
Ergo, si no se producen los cambios necesarios de parte de quienes tienen el poder para concretarlos, el futuro seguirá siendo cada día más sombrío.
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