No debe haber registro en el mundo sobre la cantidad de veces que se ha dicho y leído la expresión “homo homini lupus” (el hombre es lobo del hombre), creada por Plauto en su obra “Asinaria” y rediviva por Thomas Hobbes en su fenomenal “Leviatán”.
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Del hombre se habla a cada minuto. Pero muy poco del lobo, quien encima tiene mala fama. Todo el mundo sabe que el lobo (canis lupus) es un mamífero carnívoro, con filosos e implacables colmillos y garras, imposible de domesticar.
El lobo tiene un cerebro muy desarrollado, es uno de los animales más inteligentes de todas las especies del planeta.
En escala descendente, en materia de salvajismo, en la familia de los cánidos se anotan el chacal, el coyote, el zorro y el perro, entre otros.
Depredador nato, un lobo adulto puede tener una longitud de entre un metro y 1,20 metro y una altura de entre 60 y 70 centímetros. Su peso puede variar entre 30 y 50 kilos, aunque se hallaron ejemplares de hasta 75 kilos. Como generalmente ocurre con el ser humano, las hembras tienen dimensiones y peso inferiores a los machos.
Otras particularidades del lobo son las diferencias de tamaño y pelaje, por ejemplo, según las zonas en las que habitan. Y hay una relación inversa: los de las regiones más cálidas tienen masa corporal menor y viceversa. Si tienen buenas condiciones de supervivencia, la edad de los lobos puede alcanzar hasta 16 años.
Se determinaron algo más de 30 subespecies de lobo en el mundo, que se sintetizan en cuatro grupos: lobos blancos (en Alaska y el Ártico europeo), lobos rojos (en las zonas predesérticas de Eurasia), lobos grises (en Alaska) y lobos pardos (en la Península Ibérica y Eurasia). También hay otras subespecies en Norteamérica y la India.
Diversos cálculos estiman que solo quedan unos 200 mil lobos en la Tierra.
Prácticamente no tiene competencia en su hábitat en lo que hace a la regulación de su población. Las amenazas que afronta son la disponibilidad o no de alimento en su territorio (aunque pueden recorrer hasta cien kilómetros diarios), las enfermedades que puedan afectarlo, o la aparición del hombre.
Ambos, lobo y hombre, se consideran enemigos. Ambos mamíferos y carnívoros no solo compiten por las mismas presas (en las zonas boscosas, por ejemplo, cabras, jabalíes, cérvidos), sino que el lobo, ante la falta de alimentos, se anima a ampliar su búsqueda y puede llegar a zonas de civilización y atacar, por ejemplo, rebaños de ovejas. Incluso la emprenden contra otros cánidos, como zorros o perros.
Otra característica del lobo es la particularidad de su sistema digestivo, preparado para atrapar, trozar, digerir y eliminar la carne de los animales que son sus víctimas.
En cuanto a su vida social, los lobos tienen una relación social ordenada en manada. Eso sí: deben respetar una jerarquía.
Acerca de la reproducción, el lobo tiene una camada por año (muy pocas veces dos) y puede parir de tres a ocho cachorros.
Como ocurre con muchas especies, la loba se ocupa de amamantar a sus pequeños y el macho caza y provee la comida. De todas maneras ese período no es muy extenso, pues la lactancia puede durar un mes. También hay una actitud solidaria entre los grupos, ya que los lobeznos (hasta los tres meses) pueden ser alimentados por cualquier miembro de la manada.
Al año, los inicialmente lobeznos y luego lobatos ya son adultos y al año y medio se los considera lobos hechos y derechos.
Igualmente, desde pequeños se les inculcan principios de orden y jerarquía y los más fuertes van imponiendo su liderazgo.
De allí (y ocurre en ambos sexos) vienen las denominaciones: en el cenit de la escala están los «Alfa», luego los «Beta» y así sucesivamente. Los de la escala más baja son los «Omega».
Pero de todas maneras, como la principal actividad es la caza en busca de alimentos, esa tarea se realiza en grupo. Y los lobos buscan agotar a la presa, persiguiéndola hasta que logran capturarla.
Para ello también tienen un orden y una estrategia para no ahuyentar a sus víctimas: no aúllan ni ladran, aunque pueden gruñir. A diferencia de los perros, que son muy ruidosos.
Las manadas, cuando han crecido demasiado en número, se autorregulan y algunos de sus integrantes se separan de manera natural para formar nuevos grupos y en otros territorios.
Y qué pasa con el famoso “lobo solitario”. Son aquellos que no se integran o son expulsados por alguna razón de la manada. Empiezan a vagar por zonas silvestres o por tierras cultivadas en buscar de alimentos. Y también buscan a otros camaradas para crear un nuevo grupo.
El lobo ha sido mitificado como una criatura terrorífica y demonizado, incluso en materia religiosa, pero también en varias culturas y civilizaciones es un símbolo de adoración y considerado un honroso rival del hombre.
Sin dudas el lobo, como el hombre, está puesto en la Tierra por alguna razón y está destinado a cumplir una función. En el planeta hay lugar para todos. La responsabilidad de la administración de ese espacio y esa convivencia aún hoy es del ser humano, quien a la vez tiene la enorme y exclusiva responsabilidad de administrar su propia inteligencia, que evidentemente a veces es superada por la de otras especies.
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