Acompañan a Luis Tarullo
Plaga, lo que se dice plaga, es sin dudas la langosta del desierto (Schistocerca gregaria). Es la plaga migratoria más destructiva del mundo, según indica la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Crédito Imagen Wikipedia
El insecto que puede parecer inofensivo –pero ya ha quedado patentizado por la Biblia- forma enjambres densos y altamente móviles. La langosta del desierto es tremendamente voraz y puede ingerir su propio peso en un día.
Sus favoritos son los cultivos alimentarios y el forraje.
Es digna de una película de terror: un enjambre de 1 km2 puede contener hasta 80 millones de ejemplares adultos y ese grupo puede, en un día, consumir la misma cantidad de alimentos que 35 mil personas.
Ese solo dato da la certeza de la amenaza que significa para la seguridad alimentaria, y especialmente las áreas rurales.
La FAO indica que “cuenta con amplia experiencia en la vigilancia de las poblaciones de langosta del desierto y en ayudar a los países a hacer frente a esta devastadora plaga de los cultivos”.
En sus publicaciones recuerda que desde principios de 2020 “un brote masivo de la langosta del desierto se produjo en gran parte del África oriental, Asia sudoccidental y la región del Mar Rojo, debido a condiciones climáticas que favorecieron la amplia reproducción de la plaga”.
Para prevenir y contener las catástrofes que provocan las langostas “facilita pronósticos, alerta temprana y avisos sobre el momento, magnitud y ubicación de los enjambres -y como éstos se reproducen- a través de su Servicio de información sobre la langosta del desierto (DLIS, por sus siglas en inglés)”.
A la vez, todos los países afectados por la langosta envían datos a la FAO, que analiza la información junto con datos meteorológicos y del hábitat e imágenes de satélite. Así evalúa el panorama y puede confeccionar pronósticos con hasta seis semanas de anticipación.
Esos trabajos pueden también informar de manera previa sobre la migración y reproducción de los insectos.
La FAO precisa que la langosta del desierto “vive unos 3 meses; los huevos eclosionan a las 2 semanas, las langostas mudan y se convierten en ejemplares adultos tras 6 semanas, madurando y estando listas para poner huevos en al menos un mes”.
Además, el número de langostas puede aumentar de forma exponencial con cada nueva generación, llegando a multiplicarse por 20 a los tres meses, por 400 tras seis meses, y por 8.000 transcurridos nueve meses”.
También explica que la langosta del desierto prefiere las zonas semiáridas a las áridas y pone sus huevos en suelos arenosos húmedos. Las lluvias trabajan a favor de su supervivencia y reproducción.
La autonomía de la langosta del desierto es notable: puede recorrer hasta 150 kilómetros al día con la ayuda del empuje del viento.
¿Cómo combatirla? El mejor momento para fumigar es a primera hora de la mañana y al final de la tarde, cuando se posa en el suelo.
Durante los períodos de mayor inactividad, la langosta del desierto limita su presencia a los desiertos semiáridos y áridos en África, el Cercano Oriente y Asia Sudoccidental, donde hay lluvias anuales inferiores a 200 milímetros. No obstante, es un área de unos 30 países.
Pero la langosta del desierto, si bien es considerada la más importante, no es la única. Algunas de las descriptas por la FAO son la langosta migratoria africana, en África; la langosta migratoria oriental, en el Sudeste asiático; la langosta roja, en África oriental; la langosta marrón, en África austral; la langosta italiana, desde Europa occidental a Asia central; la langosta marroquí, de África noroccidental a Asia; la langosta de Bombay, en el Sudeste y Sudoeste de Asia; la langosta de la plaga australiana, en Australia; la langosta arborícola, en África, el Mediterráneo y el Cercano Oriente.
Y por la Argentina ¿cómo andamos? En 2020 hubo una invasión del insecto que ingresó desde Paraguay, vía el este de Formosa. Luego fue hacia el sur, cruzando Chaco y Santa Fe y llegó a Corrientes, después de más de 70 años.
Hubo alertas en Brasil y Uruguay, donde la plaga no estaba presente desde los años ‘40. La llegada a la Argentina se vio favorecida por las temperaturas y los vientos.
Aunque si bien hubo daños, las estadísticas y los memoriosos dijeron que no hubo punto de comparación con lo ocurrido a mediados del siglo pasado, cuando destruyeron cultivos enteros. Ello gracias a las tareas de los países de la región y sus organismos de control.
Pero hay que estar permanentemente atentos. No solo porque, para los creyentes, el hombre, con sus yerros voluntarios e involuntarios, siempre estará expuesto a un eventual castigo, sino porque la langosta, sin necesidad de intervención divina, es una de las plagas más crueles y sin fronteras.
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