Acompañan a Luis Tarullo:
“Quisiera decir, quisiera decir, quisiera decir…tu nombre”, canta José Luis Perales. “Tu nombre me sabe a hierba”, desgrana la voz de Joan Manuel Serrat. “La calle sabe de mi nombre”, dice el rapero mexicano C-Kan.
El problema es cuando el o los nombres suenan un poco desafinados por obra y gracia de los padres que no se detienen a pensar a la hora de bautizar a sus hijos e hijas.
Hubo épocas de restricciones extremas para la elección de nombres y también aquellas en las cuales incluso los errores –u horrores- ortográficos de los responsables de las inscripciones en los registros civiles dejaban marcas indelebles.
De allí se pasó, como en una exhalación, a una era de permisividad que abrió las puertas a las decisiones más insólitas.
En la región sudamericana, Uruguay es uno de los países más particulares en cuanto a los nombres propios, pero sus vecinos no le van a la zaga.
En Chile, por ejemplo, en los últimos años pulula la “castellanización” a través de la fonética. En 2015 se registraron Vaioleth, Yuliette, Hyucey, Ahmy, Meybelinn, Raychely, Meybol, y también Covadonga, Anntuanett, Kandelarhia, Analhya y Coralayn por el lado de las chicas.
Los chicos no se quedan atrás: Rimberth, Aisengard, Wuanderley, Yohordan, Yorchua, Gardybrown, Isnaider, Franchescoli (gol de River), Wuilliams, Estibens, Concorde o Jharrizon.
Los padres argentinos no pueden “envidiar” a los de otros países, ya que han tenido ocurrencias como Kenzo, Chanell, Rubia, Magia y Xeneize.
Ni hablar de nombres como Aroma, Alfonsa, Habana, Timotea, Tokio, Coria, Dios, Jovita, Campus, Carmín, Praliné, Simeona, Amazonas, Alegría, Sana, Londres, Digna, Acacia, Bambú y Menta.
¿Y por qué no bautizar a una hija con nombre de ciudad célebre? Entonces pongámosle Brooklyn, California, Ibiza, Marbella y Mónaco.
Algunos han tenido altas aspiraciones y se atrevieron a llamarlos Dios, Cleopatra y Sagrado. Y previendo aquello de que “mi hijo es un diablillo”, alguien lo bautizó sin miramientos Lucifer.
Hablando de Lucifer, si de nombres relacionados con el infierno se trata, en Uruguay hay varios “Hitler”. Uno de los casos es el de Hitler Ignacio Da Silva, quien presuntamente recibió esa «bendición» de su padre, quien habría tenido la intención de registrar a su hermano como…Mussolini. Parece que su madre, en un arranque de sensatez, se lo impidió.
También quedó en los anales orientales Hitler Gayoso, cuyo nombre habría sido sacado por su madre de un diario, seguramente en la época en que no se sabía en realidad quién era ese austríaco que pasó a la historia por sus crímenes.
Y Juan Hitler Porley, que nació en los 40, durante la Segunda Guerra Mundial, recibió ese castigo porque parece que a los padres les gustaba el sonido del vocablo.
El periodista y escritor uruguayo Leonardo Haberkorn escribió dijo en una nota que «con Hitler Pereira pasa algo parecido: quienes lo conocen lo llaman Waldemar, que es su segundo nombre. Su hijo, que atiende el teléfono, se niega a comunicarme con su padre: no hay nada que comentar».
«A Hitler de los Santos lo entrevisté en 1996 y entonces ya había empezado los trámites para cambiarse el nombre. Tal parece que lo logró, porque ahora es imposible ubicarlo en la guía telefónica», añade en un artículo con su firma.
Haberkorn relata: «Pero hay quienes llevan el nombre Hitler sin pudor y hasta con orgullo. El comerciante Hitler Aguirre, por ejemplo, nunca quiso cambiarse el nombre. Llamarse así le parece de lo más normal, y no encuentra motivos para avergonzarse. Hablar con él es algo inquietante: este comerciante, dueño de un almacén de Tacuarembó, una pequeña ciudad en el norte del país, dice ser un hombre de izquierda, que incluso fue perseguido por sus ideas. Al mismo tiempo insiste en que Hitler es un nombre como cualquier otro. Tan normal le parece que a su hijo primogénito también le puso Hitler».
«Todos los Hitlers uruguayos (al menos los de la guía de teléfonos) ya son ancianos. Todos nacieron poco antes o durante la Segunda Guerra Mundial, cuando el dictador alemán Adolf Hitler dividía al mundo entre sus simpatizantes, sus detractores y sus víctimas», afirma.
También hay registros civiles donde pueden encontrarse aparentes chistes paternos que en realidad son un karma para el resto de la vida de sus hijos, aunque pueden cambiarlos.
Perfecto Trípode, Melosa, Osita Generosa, Oyendo Auxilio y Argentina Agrícola, Rock, River, Fiesta Cívica, Jagger, Nemo, Aladdino, Santos Inoc (por Santos Inocentes), Prometido del Cielo, Edén del Paraíso, Efluvio de Amor, Jet, Boeing y Twin.
Y volviendo a Uruguay, ahí sí pueden encontrarse varios candidatos al Guinness. Por allí pulula un Próspero Yon Seneguer, aparentemente en homenaje a Arnold Schwarzenegger.
Pero las palmas podrían llevárselas el señor de apellido Seoane bautizado en Tacuarembó el 13 de julio de 1936 con esta ristra de nombres: Juan Antonio Nicasio Francisco Manuel Antonio Bernardo Mario Héctor César Higinio Molotov Gorki Iglesias Largo Abayubá Yamandú Zapicán Cajals Engels.
Como se ve, el padre o ambos progenitores tenían una predilección por figuras de la Unión Soviética, ya que la hilera incluye los apellidos del excanciller de la URSS Viacheslav Molotov; del escritor y político Máximo Gorki y del filósofo y politólogo alemán comunista Friedrich Engels, colaborador de Karl Marx.
Por diversas latitudes andarán caminando también –ya quizás sin sus nombres originales, vaya uno a saber- quienes fueron bautizados como Vinobien, Preciosísima, Gaucho Puntiador, Selamira, Felino, Ciérrense las Velaciones, Aguinaldo, Esclavitud, D’Artagnan, Desdichado y Roy Rogers.
Sí, muchos verán la gracia en estos nombres que, más que nombres, en un momento fueron marcas indelebles que por suerte para muchos ahora pueden borrarse.
Pero también se puede percibir en muchos casos la certeza de aquella frase atribuida a Einstein acerca de que la estupidez humana es infinita.
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