Acompaña a Luis Tarullo:
Pandemia, guerra y otras crisis mediante, el mundo está atravesando una problemática situación con derivaciones económicas y, obviamente, consecuencias en el ámbito laboral.
Es así que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que ante la actual desaceleración de la economía planetaria los trabajadores se verían obligados a aceptar empleos de menor calidad, mal pagos y con menos seguridad y protección social. En síntesis, un compendio perfecto de la desigualdad.
El informe de la OIT “Perspectivas sociales y del empleo en el mundo: Tendencias 2023” prevé que el empleo a nivel mundial muestre este año un crecimiento de solo el 1 (uno) por ciento, menos de la mitad del incremento de 2022.
Y que la desocupación aumente en unos 3 millones de personas, llegando así a unos 208 millones de desempleados (alrededor de 5,8 por ciento).
¿Dónde se registraría la menor oferta de trabajo? En los países de altos ingresos, según el estudio.
La OIT dice que «la calidad del empleo sigue constituyendo una de las principales inquietudes», y que «el trabajo decente es primordial para facilitar la justicia social». La crisis del coronavirus fue determinante para frenar los avances que se venían registrando.
El marco se ve agravado por la evolución de los precios, que “aumentan a un ritmo más rápido que los ingresos nominales por trabajo”, se indica.
“La crisis asociada al coste de la vida podría aumentar el número de personas en situación de pobreza. Esto se suma a la amplia caída de ingresos registrada durante la crisis de COVID-19, que en muchos países afectó en mayor medida a los grupos de bajos ingresos”, informa la OIT.
En materia laboral también se registra históricamente otro fenómeno: las personas que desean trabajar pero no buscan empleo constantemente o desisten de hacerlo, por ejemplo por falta de motivación.
Los principales perjudicados por esta situación son las mujeres y los jóvenes. A nivel mundial, hubo en el mercado de trabajo en 2022 una participación de 47,4 por ciento de mujeres frente a 72,3 por ciento de hombres. Eso significa que por cada hombre económicamente inactivo hay dos mujeres en la misma situación.
En cuanto a los jóvenes de 15 a 24 años, tienen graves dificultades para encontrar y mantener un empleo digno. La tasa de desocupación para ese estamento es tres veces superior a la de los adultos. El 23,5 por ciento de esos jóvenes no trabaja, no estudia, ni participa en programas de formación. Son los llamados “nini”.
Gilbert Houngbo, Director General de la OIT, dice que “la necesidad de fomentar el trabajo decente y la justicia social es clara y acuciante» y que “La superación de todos esos retos requiere que colaboremos para facilitar el establecimiento de un nuevo contrato social a escala mundial».
Pero hay previsiones menos optimistas sobre una superación del problema, al menos en lo inmediato. «El menor ritmo de aumento del empleo a escala mundial significa que las pérdidas ocasionadas durante la crisis de COVID-19 probablemente no se compensen antes de 2025», auguró Richard Samans, Director del Departamento de Investigaciones de la OIT y coordinador del informe.
Samans sostuvo que «el menor ritmo de aumento de la productividad constituye asimismo una gran inquietud, puesto que la productividad es esencial para afrontar crisis mutuamente relacionadas en cuanto a poder adquisitivo, sostenibilidad ecológica y bienestar humano».
Hay números que parecen auspiciosos pero enseguida se desinflan. Por ejemplo, se prevé que en África y en los Estados árabes haya en 2023 un aumento del empleo del 3 por ciento, como mínimo. Pero como crecerá la población en edad de trabajar, podría haber solo un mínimo descenso -de apenas décimas- de las tasas de desempleo.
En Asia, el Pacífico, América Latina y el Caribe se estima un aumento anual del empleo de alrededor del 1 por ciento. Y en América septentrional (norte), el incremento del empleo será muy leve o inexistente en 2023, y, por el contrario, se produciría un aumento del desempleo, según el informe.
Por otra parte, el conflicto en Ucrania afecta de manera más directa a Europa y Asia Central, pero en esos casos el aumento del desempleo se vería morigerado por la baja tasa de incremento de la población en edad de trabajar.
Como se puede observar, menuda tarea para aquellos que tienen en sus manos las herramientas que, en definitiva, a diario deciden vidas. Y en este caso, fortalecer ese siempre débil eslabón en el que se ha transformado desde hace décadas el trabajo, no solo elemento de supervivencia, sino símbolo de la dignidad del ser humano.
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