Máximo Thomsen, de 23; Luciano Pertossi, de 21; Ciro Pertossi, de 22; Lucas Pertossi, de 23; Ayrton Viollaz, de 23; Enzo Comelli, de 22; Matías Benicelli, de 23, y Blas Cinalli, de 21.
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En La Rebelión de las Masas, Ortega y Gasset desarrolla su idea del «hombre-masa», tomando el conjunto de “las masas populares”, y también su individualidad.
“La aglomeración, el lleno, no era antes algo frecuente. ¿Por qué lo es ahora? Los componentes de esas muchedumbres no han surgido de la nada”, explica.
Para Ortega, la masa es una forma de indiferencia, el ‘hombre-masa’ es una boya sin rumbo que está satisfecha en su deriva. Aclara, “sin embargo, nadie está satisfecho. Todos corremos el riesgo de vivir una vida inercial o mimética con nuestro entorno”.
El autor refería su concepto hacia lo político y lo social.
Bastante más acá, el “ataque en manada”, no deja de tener un componente político desde la ejemplaridad general, y es al mismo tiempo, netamente social; representa desde la violencia y como Manada, todo el dolor que se infringe en un ataque corporal a alguien, como sinónimo de masculinidad. Agregaría, de equivocada masculinidad, de engreída masculinidad, de necesitada masculinidad. La deriva de fondo es lo contrario, la impotencia en su plenitud más clara, y la cobardía.
La pérdida de valores, confunde masculinidad, con lo que es en su completa realidad la cobardía. La cobardía es a lo Ortega y Gasset, una forma de indiferencia, la más brutal.
La suma significativa o la pérdida parcial o completa de valores los da en cada individuo en formación, cada familia, la capacitación en las escuelas, y la sociedad en su conjunto.
Si existen componentes genéticos el tema me excede, ya es para profesionales, aunque hay que tener en claro que toda genética se puede formar o deformar con buena o mala educación.
Socialmente y por lo general, de padres despreocupados o sobreprotectores, surgen desviaciones diferentes, en menor o mayor grado, “desviaciones conductuales”. Un esfuerzo consciente o inconsciente en “manada”, los potencia. Los limites desaparecen ante una “supuesta normalidad y una falsa valentía”.
El asesinato de Fernando Báez Sosa, en manos de un grupo violento (no, el Rugby nada tiene que ver), se sostiene en lo enfermizo de lo individual hacia el contagio en manada, sin responsabilidad social alguna, ante la indiferencia de valores solidarios hacia el otro (la otredad), y en un acto de cobardía infinita, desbordada por «ese efecto manada», donde la cobardía potencial ya habitaba dentro de cada uno. Quien no golpeo hasta matar, tampoco evitó que su pares lo hicieran, es decir, estamos ante lo peor de una manada.
Es el claro ejemplo de lo que no debe ser la sociedad, principalmente cada joven. Es el ejemplo perfecto de la ausencia de lazos familiares contenedores, y comprometidos en la crianza.
Es el estado larval de sociópatas en crecimiento. Golpear hasta matar, sin piedad alguna, en nombre de una batalla inexistente que necesitaban solo en sus mentes, en su monstruosa deformación individual y consecuentemente, social.
La justicia, ya no puede retroceder. No hay espacio ante la sociedad, para que retroceda. Las cartas están echadas.
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