Acompaña a Luis Tarullo:
El conflicto planteado por la llegada de mujeres rusas embarazadas a la Argentina, con sus derivaciones relacionadas por ejemplo con la falsa condición de turistas, volvió a agitar un histórico fantasma, cual es el de la trata de personas.
Ese delito, que afecta mayoritariamente a las mujeres y está centrado en la explotación sexual, aunque tiene otras variantes, es un monstruo con múltiples tentáculos conectados entre sí que no podría desenvolverse sin la connivencia de diversos estamentos de la sociedad, incluidos aquellos vinculados al poder.
A propósito del reciente arribo masivo de estas mujeres del otro extremo del mundo, la trata se ensaña especialmente con aquellos que tienen que salir o directamente huir de sus países y desesperadamente buscan la supervivencia en otras naciones.
Precisamente la ACNUR, la oficina de las Naciones Unidas para los refugiados, destaca entre sus acciones la misión de evitar que esas personas sean víctimas de trata, en cualquiera de sus aspectos.
Por ejemplo, el organismo dice que un rol especial en “evitar que los solicitantes de asilo, los refugiados, otras personas necesitadas de protección internacional, los desplazados internos y los apátridas se conviertan en víctimas de la trata, y atender las necesidades de protección y asistencia de las víctimas”.
Asimismo, “garantizar que las posibles necesidades internacionales de protección de las víctimas de la trata de personas se identifiquen adecuadamente y que se les otorguen los derechos correspondientes”.
Otro de sus objetivos es “ayudar a los Estados a garantizar que las víctimas de la trata que no tienen documentos de identidad puedan establecer su estatus de nacionalidad para evitar que sean apátridas”.
Y resalta que trabaja en estrecha colaboración con organizaciones como UNICEF, OIT y OIM (relacionadas con la infancia, el trabajo y las migraciones) para lograr esos objetivos y “desarrollar iniciativas globales conjuntas para abordar la trata de personas en general”.
EL tema fue abordado recientemente, en el marco de la novena Jornada Mundial de Oración y de Reflexión contra la Trata de Personas, por el obispo de Goya (Corrientes), monseñor Adolfo Ramón Canecín.
Primeramente destacó que la fecha elegida, el 8 de febrero, es “muy significativa, en la memoria litúrgica de Santa Josefina Bakhita, la religiosa africana que cuando era niña sufrió la dramática experiencia de ser víctima de la trata”.
Justamente, por ser un tema que atraviesa transversalmente a la sociedad y al poder, participaron de la celebración eucarística la jueza federal de esa ciudad, Cristina Pozzer Penzo; jefes policiales, representantes de las fuerzas de seguridad e integrantes del Equipo de Infancia Robada, acompañados por las Hermanas Carmelitas Misioneras Teresianas.
Canecín dijo que la trata de personas “es una realidad tan dura y a la vez tan cercana, que a veces no hacemos caso, pensamos que está lejos, pero es más cercana de lo que imaginamos”.
El religioso exhortó a “acercar esta realidad para concientizar” y ocuparse de “visibilizar, obrar y comprometernos a luchar contra esta ‘lacra’ tal cual la llama el papa Francisco”. En ese marco instó a rezar por las mujeres y niños “esclavizados, explotados, abusados”.
Así, llamó a quienes tienen responsabilidad de poder, como en los gobiernos, a actuar para “erradicar las causas de esta realidad para remover esta plaga”.
“La trata de personas es una lacra que está habiendo por todos lados, que brota del corazón dominado por el pecado”, aseveró, y clamó que hay que “acercarnos con los pies descalzos como Moisés frente a la zarza ardiente a cada ser humano. Al decir pies descalzos equivale a decir la palabra respeto, porque, cada ser humano es sagrado, es único e irrepetible”.
«Esta esclavitud moderna conoció Josefina Baquita y ella fue esclava. El Señor la sanó cuando la llamó a ser hija, cuando ella tomó conciencia de que el Señor puede sanar el corazón de las heridas más tremendas de la esclavitud”, abundó el obispo.
Canecín dijo además que si el “corazón está sano va a descubrir una hermana o un hermano en el otro ser humano, pero si el corazón está enfermo, la otra persona es un peldaño que yo piso para trepar o uso y lo descarto. Usan para enriquecerse, dando paso a la idolatría del dinero y, es eso, lo que lleva a esclavizar a tantas personas”.
Seguidamente amplió el panorama a observar y los dramas a solucionar en conjunto: “Nos afecta el tema de las drogas, de los suicidios juveniles, la trata de personas, que son realidades en la que a veces cerramos los ojos y no queremos involucrarnos”. Lapidario fue al aseverar que son “realidades que están en la casa del vecino del barrio o en la propia casa. A veces no las queremos ver”.
El obispo de Goya no escatimó en reclamos: “Las autoridades pertinentes que fueron puestas por el Estado tienen la responsabilidad de combatir el delito”.
El prelado no hizo más que poner en carne viva una cuestión que a veces parece inexplicable. Aunque no parece muy difícil ensayar respuestas acerca de por qué a no pocos les “cuesta” tanto tratar –y eliminar- la lacra de la trata.
Crédito Imagen Portada Clarín-
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