Acompaña a Luis Tarullo:
La Argentina ha tenido siempre una tradición exportadora de productos reconocidos en todo el mundo, aunque a veces, involuntariamente, también envía cosas “non gratas” más allá de las fronteras.
En este caso se trata de un simpático animalito, más específicamente un ave, que es plaga tanto dentro como fuera del país: la cotorra.
Uno de los perjudicados por ese plumífero verde es el vecino Chile, por lo que ni la Cordillera de los Andes pudo evitar ese problema.
Pero no solo la nación trasandina es víctima de la cotorra argentina, sino que se ha registrado similar panorama en otras ciudades, como Madrid, que hace pocos años decidió destinar un importante presupuesto para reducir la presencia de la avecilla de 13.000 a alrededor de 1.000 ejemplares.
En el caso de Chile, se promovió un convenio de cooperación entre la Facultad de Ciencias Veterinarias y Pecuarias de la Universidad de Chile y la comuna de Providencia, de Santiago de Chile.
El decano de la facultad, José Manuel Yáñez, y la alcaldesa Evelyn Matthei dieron el impulso para desarrollar actividades conjuntas para conseguir información, monitorear y definir acciones para morigerar la presencia de esta verdadera plaga, que en zonas urbanas pueden significar un riesgo para la salud pública.
Según informó la universidad, los primeros registros de la cotorra argentina en Chile se remontan a los años 70.
Se explicó que “de las 392 especies de loro que hay en el mundo, la cotorra argentina es la única capaz de fabricar su propio nido, y no uno cualquiera, sino que los construyen con tamaños desproporcionales, que pueden alcanzar los 200 kilos de peso, y a gran altura, llegando a los 15 metros fácilmente”.
“Por esta particularidad, la especie es considerada una ingeniera ecosistémica, pero también un peligro para los transeúntes”, se advirtió.
En la Argentina es común ver nidos de cotorras, especialmente en el campo. Por ejemplo, impresionantes construcciones de paja pueden observarse en las cúpulas de silos o galpones. Además de ser un problema para la salud, son tremendos depredadores de árboles y cultivos. Así, es habitual ver cómo picotean las puntas superiores de los choclos en las espigas de maíz.
Cristóbal Briceño, académico del Departamento de Medicina Preventiva Animal de la Universidad de Chile y especialista en conservación viene estudiando y trabajando en el caso desde hace varios años.
“La firma de este convenio refuerza el compromiso de ambas entidades en el monitoreo y levantamiento de información sobre especies invasoras, en particular la cotorra argentina, y representa un paso importante en el control de esta problemática que afecta no solo a la comuna de Providencia, sino que a toda la Región Metropolitana” de Santiago, afirmó Yáñez.
La alcaldesa Matthei destacó que “vamos a estudiar lo que se puede hacer al respecto, obviamente cuidando todo lo que son las normas de respeto hacia los animales, pero hay una especie invasora que está poniendo en peligro a muchas de nuestras aves chilenas”.
“Las especies invasoras son una de las amenazas más importantes a la biodiversidad. Desde la medicina veterinaria, estamos preocupados por un aspecto menos estudiado, que es el impacto en la salud animal y pública”, dijo Briceño.
Y precisó que “en este caso, demostrando cómo la cotorra invasora urbana puede representar un riesgo a la salud pública en nuestra ciudad. Hemos estudiado la presencia del parásito ‘Ornythonissus bursa’, que afecta a otras aves, especialmente a los pichones, aumentado su riesgo de muerte joven, y que, a su vez, representa un riesgo para la población, pues se trata de un parásito zoonótico”.
Así es como la simpática cotorrita, diminuta ave a la que muchos rechazan solo por sus molestos chillidos y graznidos, es en realidad más que portadora de un sonido casi insoportable, sino un serio problema, especialmente en las áreas urbanas.
Y se transforma en la contracara del maravilloso y eterno poema de Federico García Lorca, ya que en este caso es el “verde que no te quiero verde”.
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