Acompaña a Luis Tarullo:
“¿Crisis? ¿What crisis?”, era el irónico título de un disco de la célebre banda de rock Supertramp. Hoy podría titularse “¿Crecimiento? ¿Qué Crecimiento?”. No hay ninguna duda acerca del interrogante, al estar del informe Perspectivas Económicas del Banco Mundial, que indica que el crecimiento económico planetario bajará al 2,1% este año y, “gracias” al oscuro panorama financiero, el futuro no es nada halagüeño.
Previsiblemente, en las zonas más poderosas de la Tierra la crisis no se sentirá como en las áreas más pobres. Incluso en los sitios desarrollados se puede augurar un clima de prosperidad, en detrimento del resto.
Los eufemísticamente llamados mercados emergentes y economías en desarrollo (MEED) sufren “tensiones financieras” en un contexto de “altas tasas de interés mundiales”, se informa.
“Se prevé que el crecimiento mundial se desacelerará, del 3,1 % en 2022 al 2,1 % en 2023. En los MEED, salvo China, se prevé que este año el crecimiento se desacelerará del 4,1 % registrado el año pasado al 2,9 %. Estas previsiones reflejan resultados menos favorables generalizados”, informó el Banco Mundial.
Ajay Banga, presidente del Grupo Banco Mundial, dijo que “la manera más segura de reducir la pobreza y ampliar la prosperidad es a través del empleo. Sin embargo, el crecimiento más lento hace que la creación de puestos de trabajo sea mucho más difícil”. Vaya novedad, diría también casi de manera unánime el género humano a lo largo y ancho del planeta.
“Es importante tener presente que las previsiones del crecimiento no representan un destino inexorable. Tenemos la oportunidad de invertir la tendencia, pero todos debemos trabajar juntos para lograrlo”, añadió. Lo que está claro que quienes pueden y deben hacer el mayor esfuerzo son aquellos que pueden y tienen lo que se llama la sartén por el mango, pues el mundo –o quienes tienen la palanca para moverlo- desde hace tiempos inmemoriales distribuyen las pérdidas de manera desigual con las ganancias.
Claro que hay otros responsables, y son quienes conducen (mal) los destinos de aquellos países que pagan los platos rotos.
La información dice que “si bien, por el momento, las tensiones bancarias en las economías avanzadas solo han tenido efectos negativos limitados en los MEED, ahora estos países están navegando en aguas turbulentas. A raíz de que las condiciones crediticias mundiales son cada vez más restrictivas, uno de cada cuatro MEED ha perdido acceso a los mercados internacionales de bonos”.
En consecuencia, las proyecciones de crecimiento de esas economías para 2023 son menos de la mitad de las previstas hace un año.
“La economía mundial se encuentra en una situación precaria”, dice Indermit Gill, economista en jefe y vicepresidente senior del Grupo Banco Mundial.
Y detalla que “excepto en Asia oriental y meridional, estamos muy lejos de alcanzar el dinamismo necesario para poner fin a la pobreza, contrarrestar el cambio climático y reponer el capital humano”.
Ejemplifica que en 2023 “el ritmo de crecimiento del comercio descenderá a menos de un tercio del que se registraba en los años anteriores a la pandemia. En los mercados emergentes y economías en desarrollo, la presión de la deuda está aumentando debido al aumento de las tasas de interés. A raíz de deficiencias fiscales, muchos países de ingreso bajo ya han caído en un sobreendeudamiento. Mientras tanto, las necesidades de financiamiento para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible son mucho mayores que, incluso, las proyecciones más optimistas en materia de inversión privada”.
Pero ello no es todo: el trabajo estima que para fines de 2024, o sea dentro de un año y medio, la actividad económica de esas economías será alrededor de un 5 % menor que los niveles proyectados antes de la pandemia.
Y en más de un tercio de esos países los ingresos per cápita en 2024 seguirán siendo inferiores a los niveles de 2019, por lo que la pobreza extrema se consolidará en las naciones más pobres.
“Muchas economías en desarrollo están haciendo grandes esfuerzos para hacer frente al escaso crecimiento, la inflación persistentemente alta y los niveles de deuda sin precedentes. Sin embargo, su situación podría empeorar si surgen otros peligros, como la posibilidad de que nuevas tensiones financieras en las economías avanzadas generen efectos secundarios más generalizados”, sostuvo Ayhan Kose, economista en jefe adjunto del Grupo Banco Mundial.
El informe establece que el crecimiento de las economías avanzadas se desacelerará del 2,6 % en 2022 al 0,7 % este año y continuará siendo débil en 2024. Después de crecer 1,1 % en 2023, se estima que la economía de Estados Unidos se desacelerará al 0,8 % en 2024, principalmente por el impacto persistente del aumento de las tasas de interés que se registró durante el último año y medio.
En la zona euro, el crecimiento disminuiría del 3,5 % en 2022 al 0,4 % en 2023, por ejemplo por el endurecimiento de la política monetaria y el aumento de los precios de la energía.
Como suele ocurrir, los aumentos de las tasas de interés de Estados Unidos afectan a los MEED.
En materia fiscal, los países subdesarrollados también están en serias dificultades. Y actualmente la deuda pública asciende, en promedio, al 70 por ciento del producto interno bruto (PIB) y los pagos de intereses consumen una creciente cantidad de los ingresos públicos, de por sí limitados.
Hay, según el BM, una quincena de países de ingreso bajo en riesgo o alto riesgo de sobreendeudamiento, amenazados también por problemas como los fenómenos climáticos extremos y los conflictos, que pueden generar más dificultades en los hogares de ingreso bajo en mayor proporción que en otras naciones por las escasas redes de protección social.
Se indica que en promedio esos países destinan solo el 3 % del PIB a los ciudadanos más vulnerables. La comparación es escalofriante: las economías en desarrollo destinan 26 % del PIB para ese fin.
En síntesis, podría decirse que crecimiento será en el futuro inmediato una palabra de aplicación limitada en una gran parte del globo y, previsiblemente, en las zonas más postergadas.
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