La Iglesia católica ha intervenido históricamente en el mundo político por acción u omisión y conocidas son las diversas líneas internas de la institución.
Pero en esta era contemporánea los religiosos de diversa jerarquía, desde el propio Papa hasta el más humilde de los sacerdotes, están participando de manera intensa, sobre todo en las cuestiones sociales, motivados por la difícil situación que padecen importantes sectores de la sociedad. Y también, lo admiten varios prelados, por el trasvasamiento de fieles a otros cultos.
Dos de los máximos referentes de la Iglesia argentina han elevado su palabra estos días para referirse fundamentalmente a la dirigencia, o sea al poder, y hacer escuchar los reclamos, inclusive apelando al papa Francisco.
El nuevo arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge García Cuerva, apuntó a uno de los ejes que atraviesa a la comunidad desde siempre y pidió “no fomentar la profundización de la grieta”. El prelado dijo prefiere llamarla herida, porque “duele y sangra en las entrañas del pueblo”.
Justamente pronunció estas palabras en la Catedral Metropolitana al iniciar su misión pastoral en la Capital Federal y delante de las máximas autoridades, encabezadas por el presidente Alberto Fernández.
Tras fijar postura al abogar por “una Iglesia de pobres para los pobres”, el arzobispo se ofreció como prenda de unidad: “Creo firmemente en el trabajo artículado, en el diálogo y en la búsqueda de consensos y acuerdos. Cuenten conmigo para lograr una presencia inteligente del Estado en favor de los sectores más vulnerables y excluidos”.
“Recuerdo cuando siendo sacerdote en una villa, aunque los pasillos se iban angostando, aunque se vivía el hacinamiento y la precarización de la vivienda, siempre podía haber un pequeño espacio para alguien más. Este, creo es el desafío de todos: que nuestro corazón sea como el de esos cuatros hombres deseosos de hacer lugar para un hermano más”, clamó García Cuerva, rescatando su preferencia por los sectores más vulnerables.
No obstante, desde su posición política definida, lanzó un mensaje a la dirigencia porteña: “Qué hermoso es dejarnos ungir por esta palabra y poder soñar una Iglesia arquidiocesana y una ciudad con lugar para todos”.
“Lugar para todos en el corazón, lugar para todos en nuestras comunidades; y también lugar para todos en la ciudad, sin excluidos, forjando la cultura del encuentro frente a la cultura del descarte y la indiferencia”, abundó, utilizando una de las palabras favoritas del Papa: descarte.
En uno de los fragmentos más políticos de su mensaje, García Cuerva elevó el tono diciendo “estamos llamados a reconocer que, entre nosotros, hay personas, familias, amigos que están sufriendo; que se sienten lastimadas en su esperanza: las familias que siguen llorando a los más de 16.000 fallecidos por covid en la ciudad; los ancianos abandonados o dejados de lado; quienes sufren adicciones, violencia en todas sus formas, angustia y pánico; quienes viven en situación de calle o en viviendas precarias, o tantos y tantas que, desvelados, hacen ‘malabares’ buscando llegar a fin de mes”.
Y amplió: “Frente a una realidad tan compleja, donde la impotencia parece tener la última palabra y el ‘sálvese quien pueda’ puede volverse un canto de sirenas, el Evangelio nos regala un canto aún más esperanzador: nadie puede cargar solo al paralítico, nadie tiene sólo las respuestas; es necesario, aprender a encontrarnos y reconocer que somos una comunidad”.
Volvió a apelar a la grieta cuando alertó que “no podemos darnos el lujo de seguir alimentando la fragmentación en lugar de la esperanza. ¡Cuánta necesidad tiene nuestra ciudad, nuestra sociedad, nuestra Iglesia diocesana de ver esas manos tan distintas sosteniendo juntas esa camilla que reclama esperanza!”.
Seguidamente apeló al Espíritu Santo para que “nos sacuda, nos desinstale, nos cargue de alegría y nos apasione” pues “es él quién puede ayudarnos a curar la parálisis de no poder soñar y trabajar con otros por un país más justo y fraterno; la parálisis de la intolerancia y la descalificación que no nos deja caminar al encuentro del otro, que, aunque piense o sea distinto, merece todo mi respeto y consideración”.
De paso, apuntó a quienes “critican desde la tribuna, no se juegan; ni siquiera hablan de frente. Una gran tentación que estamos invitados a ‘vigilar’”.
En aparente alusión no solo a la dirigencia sino también a determinada prensa, el arzobispo advirtió que “es primordial cuidarnos de la sutil atracción de las confabulaciones, del aparente regocijo del desprestigio del otro, de la tentación nefasta de hablar y calumniar por detrás; y mucho menos de aquellos que se animan a jugarse la vida y hacer algo por los demás”.
“No seamos, como esos escribas, que descalifican a Jesús, (recordemos que lo acusan de blasfemo); no fomentemos la profundización de la grieta, a la que, me escucharán siempre decir que prefiero llamar herida porque duele y sangra en las entrañas del pueblo”, reclamó, y cosechó aplausos.
“¡No le tengamos miedo al futuro!, ¡Atrevámonos a soñar a lo grande!, que el chiquitaje no nos gane, y no nos consolemos con vuelos rastreros. Volemos alto y, como nos dice nuestro querido papa Francisco, soñemos en grande”, remató en su mensaje inaugural.
Cuando aún resonaban los ecos de sus palabras, otro importante prelado, el arzobispo de San Juan de Cuyo y hasta hace poco secretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (CELAM), monseñor Jorge Lozano, mencionó “la creciente polarización ideológica y política. Esto es un gran obstáculo para el diálogo y denota una falta de respeto por quienes piensan distinto. El problema no se soluciona con una ‘estética política’, como si lo necesario fuera una foto mintiendo una amistad tan inexistente como no deseada”.
“Mientras los dirigentes se pelean y se enfrentan en cruces verbales que descalifican, la ciudadanía pierde confianza y no se siente respetada. Se discute acaloradamente, pero no se buscan soluciones a los problemas concretos”, dijo. Y advirtió que esa situación, incluso a nivel continental produce “un debilitamiento del sistema democrático y una crisis de representatividad”.
Tras mencionar como “cuestiones estructurales” a #la educación, la salud, y la pobreza”, Lozano alertó que “vivimos en una sociedad enferma de violencia y agresiones. En las familias, los femicidios, los malos tratos, los abusos sexuales; en el barrio, en los robos seguidos de muerte y en golpizas crueles”.
Pero amplió el abanico de responsabilidades: “Las desigualdades sociales también son violencia. Mientras unos pocos disfrutan de un bienestar de derroche y despilfarro, son miles los que duermen en la calle y los niños indigentes son sometidos a una alimentación deficiente”.
“Se presenta la angustia que impone el crimen organizado, que se mueve impunemente ante la inoperancia de los poderes del Estado de Derecho. Venta de armas; narcotráfico; trata de personas para la explotación sexual y laboral; y el tráfico de órganos. Son una vergüenza que clama al cielo y no nos puede dejar indiferentes”, aseveró el prelado.
También se hizo espacio para la autocrítica y recordó que en el encuentro sinodal del Cono Sur se advirtió sobre “el distanciamiento de las Iglesias locales de la realidad, de los gritos que vienen de las tierras y de los pueblos, de las diversas realidades de las personas en vulnerabilidad, de las periferias”.
Una realidad que se viene dando desde hace bastante tiempo y redunda en la migración de fieles a otros cultos.
Por ello pidió que la Iglesia sea en cada comunidad “refugio para heridos y rotos”, un “hospital de campaña” que recoja a “los descartados y desechados por la sociedad”.
“Es necesario reafirmar en el continente la opción preferencial por los pobres”, clamó.
Y a la vez propuso “dar lugar a los jóvenes, que son sensibles a los problemas sociales y ambientales”.
Finalmente, y en otro llamamiento a la Iglesia, pidió “construir con otros, sin aislarnos como comunidad católica. Es importante promover iniciativas en común por medio del diálogo ecuménico e interreligioso. A su vez, pensar alianzas con movimientos sociales y populares”.
Dos mensajes, entre tantos otros que vienen dando la dirigencia de la Iglesia. Dos mensajes con claras aristas políticas, una misma línea, incluso con una mirada hacia adentro.
Crédito Imagen Portada NDM Noticias del Momento-
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