Acompaña a Luis Tarullo:
La Niña, el Niño. Sequías. Inundaciones. Catástrofes diversas y cada vez más frecuentes. La mano del hombre y su gran responsabilidad. La amenaza que se cierne sobre uno de los pulmones del mundo y especialmente de América: la Amazonia.
Un territorio de más de siete millones de kilómetros cuadrados, una de las áreas de mayor biodiversidad del planeta que absorbe enormes cantidades de dióxido de carbono, uno de los gases que aumenta el efecto invernadero y, en consecuencia, acelera el cambio climático.
La cuenca de la Amazonia abarca ocho países que tienen diversas porciones de ella: Brasil, 61,8%; Perú, 11,3%; Bolivia, 8,1%; Colombia, 6%; Venezuela, 5,6%; Guyana, 2,6%; Ecuador, 1,7%; Surinam, 1,7%, y Guayana Francesa, 1,1%.
En esa inmensa zona selvática viven más de 40 millones de personas, y 410 grupos indígenas con diversas lenguas y culturas. Por numerosas razones, entonces, es necesario su salvataje.
La deforestación es una Espada de Damocles que pende sobre la Amazonia. En 2021 “un grupo de científicos se manifestó en el Informe de Evaluación de la Amazonia, donde recomendaron una prohibición inmediata de la tala de bosques en un área de dos millones de kilómetros cuadrados en el todo el sur de esta selva”, informó el Banco Mundial.
“Entre el 18% y el 20% de la selva tropical ya ha sido deforestada y otro 38% se está degradando. Los científicos aseguran que si alcanzamos el 25% de deforestación llegaremos a lo que llaman un punto de inflexión con cambios que resultarán en el colapso del ecosistema amazónico”, dijo Genevieve Connors, gerente de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Economía Azul para América Latina y el Caribe del Banco Mundial.
La Amazonia es considerada “un bien público global”, razón por la que su alteración a niveles extremos puede significar un irreversible e irreparable desequilibrio –y consecuente colapso- en el sistema climático mundial.
Connors añadió que “se ha llegado a muchas prácticas insostenibles. Una de las causas es la actividad ilegal, que puede ir desde la tala de madera, acaparamiento de tierras, la pesca y la minería, pero también hay impulsores macroeconómicos, por supuesto”.
“Si hay cambios en los precios de la materia prima, como la madera o la soja, o variación en los tipos de cambio, todos tienen impactos indirectos en la deforestación. Solemos pensar solo en actividades ilegales, pero realmente la deforestación es causada por la actividad de un sistema económico completo”, abundó.
También se advierte que “la infraestructura no planificada es un impulsor de la deforestación”. Y se menciona un estudio que contabilizó casi 160 represas que operan en varios de los países amazónicos, además de la intención de construir “más del doble”.
“Si bien la energía hidroeléctrica es una fuente limpia de energía renovable, algunos proyectos generan altas emisiones de gases de efecto invernadero”, sostiene el BM.
La institución explicó que “en la región se han implementado varias iniciativas, tales como el programa Paisajes Sostenibles de la Amazonia (ASL, por sus siglas en inglés), el cual es financiado por el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF, por sus siglas en inglés) y liderado por el Banco Mundial, para desarrollar proyectos de conservación en la zona con diferentes gobiernos y socios”.
“Este programa, que consta de tres fases, estando ésta última en preparación, ha tenido financiamiento por 300 millones de dólares y busca restaurar miles de hectáreas, así como promover prácticas sustentables en la tierra”, añadió.
Connors explicó que “el Banco Mundial lidera el programa, pero la mayor parte del dinero va a los gobiernos nacionales de los países para que implementen sus propios programas amazónicos, contribuyendo a una visión regional. Lo que la organización realmente está tratando de hacer es apoyar la colaboración regional, creando intercambio de conocimientos a través de capacitación, seminarios, conferencias, eventos para científicos, ONG, pueblos indígenas y miembros del gobierno que puedan reunirse y compartir su experiencia en torno a la protección del medio ambiente en la Amazonia”.
En definitiva, queda claro que hay muchas responsabilidades compartidas y los gobiernos tienen una de las principales. Pero la mayor es sin dudas del hombre. Que así como es una sublime maravilla del mundo, también está demostrando que puede ser el artífice de su destrucción.
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