Los pobres están en boca de todos, sobre todo en épocas electorales, pero después siguen en el depósito de los descartados, como dice el papa Francisco.
Los pobres, pero los pobres en serio, esos que adolecen de todo, hasta de lo más elemental, hasta de su dignidad, están a merced de “todos los males de este mundo hoy”, como diría el inmortal Flaco Spinetta.
Padecen la falta de comida y la abundancia de dolores y vicios a veces inevitables, adonde los atraen aquellos que los apuntan como presa fácil.
Y hay que decirlo, en ese marco de carencia, de desencanto, de desesperanza, es obvio que lo pobres también se equivoquen. Pero si quienes nadan en la abundancia del dinero, del conocimiento, de la falta de carencias, también yerran, qué puede reprochársele a aquel que no tiene otro horizonte que apenas la hora siguiente de su vida en muchos casos.
El arzobispo de Córdoba, el cardenal Ángel Rossi, dijo hace poco, en ocasión de la Jornada de los Pobres, que “la parábola de los talentos es ciertamente fuerte en los tiempos que estamos viviendo; viene bien en una jornada electoral, en la que votamos para que los talentos de quienes gobiernen sean para el pueblo y no para ellos mismos”.
“Los talentos nunca son para uno mismo; y lo propio de la corrupción es cuando el talento lo usás para vos mismo, en todos los ambientes: político, social, eclesial”, alertó.
Rossi citó palabras del papa Francisco, quien sostuvo que “sería muy significativo si, en la Jornada de los Pobres, compartiésemos la comida dominical con quien carece de lo necesario, después de compartir la mesa eucarística. La mesa eucarística celebrada sería criterio de comunión, si somos conscientes que en torno al altar somos todos hermanos: ¡cuánto más visible sería esa fraternidad, compartiendo la comida festiva con quien carece de lo necesario!”.
“Hablando de ‘no apartar el rostro del pobre’, el Papa recordaba una frase de Juan XXIII en Pacem in terris, que nos viene muy bien para nuestra situación: ‘Observamos que éste tiene un derecho a la existencia, a la integridad corporal, a los medios necesarios para un decoroso nivel de vida, cuales son, principalmente, el alimento, el vestido, la vivienda, el descanso, la asistencia médica y, finalmente, los servicios indispensables que a cada uno debe prestar el Estado’”.
Y completó: “De lo cual se sigue que el hombre posee también el derecho a la seguridad personal en caso de enfermedad, invalidez, viudez, vejez, paro y, por último, cualquier otra eventualidad que le prive, sin culpa suya, de los medios necesarios para su sustento”.
Sobre esa frase sostuvo “¡qué actualidad tiene!; sobre todo en estos tiempos electorales donde los pobres son materia de discurso, y son los grandes protagonistas. Vamos a ver si son los grandes protagonistas también de los gestos”, Y reclamó: “Que los pobres no sean materia de retórica, sino de gestos”.
Pacem in terris fue la última encíclica de Juan XXIII, difundida poco antes de su muerte, y sostenía en su subtítulo: “Sobre la paz entre todos los pueblos que ha de fundarse en la verdad, la justicia, el amor y la libertad”.
Era un llamado a todas las personas y las naciones para buscar la paz en medio del clima generado por la Guerra Fría entre el Este y el Oeste, a principios de los ‘60.
Y a propósito de la pobreza, justamente el cardenal Rossi se lanzó a la tarea de armar en Córdoba dos nuevas vicarías para profundizar la pastoral de los pobres y de los jóvenes.
La Vicaría de los Pobres estará a cargo del presbítero Melchor López y va a incluir la Comisión de Adicciones, que será responsabilidad del presbítero Pablo Viola, informó la agencia AICA.
En tanto, la Vicaría de los Jóvenes será coordinada por el obispo auxiliar de Córdoba, monseñor Alejandro Musolino.
Rossi afirmó que el objetivo de estas vicarías será “subrayar cada una de las realidades –que a su vez tienen puntos de conexión– y darle continuidad a un trabajo que ya se viene realizando”.
Durante la ceremonia de la creación de la Vicaría de los Pobres, el arzobispo expresó que “la Iglesia elige a los pobres porque es el mandato evangélico. Se cuida a todos, pero se pone la mirada especialmente en los más frágiles. El pobre es Cristo. El Señor está presente en cada uno de los hermanos nuestros vulnerados o más heridos. El desafío es que los metamos en nuestro corazón, que creamos realmente esto y que los sirvamos como merecen”.
El padre López explicó que se está concluyendo una primera etapa de relevamiento sobre los servicios que ofrece la Iglesia y las necesidades concretas “para atender de manera más significativa”.
Entre esas necesidades se destacan la alimentación, la vivienda, el trabajo y el abandono de la escuela media, rubros en los que se debe trabajar especialmente para revertirse las terribles carencias existentes.
Pero también habrá una acción profunda para sacar a las infancias y adolescencias de las adicciones y evitar que caigan en las redes narcos. “Sueño con que un niño pueda ir a la escuela, tenga afectos y, con el tiempo, si quiere trabajar lo haga con dignidad; y, si necesita una ayuda, la pueda tener”, reflexionó el cura.
“La situación es compleja y crítica, y necesitamos pensarnos como una familia, con una dignidad compartida, no que sólo algunos tengan posibilidades y privilegios de bienes y derechos y, en simultáneo, otros estén al margen y descartados”, abundó.
En cuanto a los jóvenes, en marzo habrá una asamblea en la localidad de Jesús María, a la que se invitará a los representantes de toda expresión juvenil que exista en la Iglesia en Córdoba.
Y se trabajará en el acercamiento a quienes no se sienten llamados por la fe: “He crecido mucho a la par de los jóvenes que han tenido la confianza de contarme por qué creen, por qué no creen o por qué tienen ganas de volver a creer”, expresó monseñor Musolino.
Aclaró que desea poder “conectar con lo que vive un joven hoy, cómo puede y quiere llevar adelante su vida, y luego está la libertad de elección. Nadie puede meterse en las conciencias”.
Jóvenes y pobres. Dos eslabones centrales de la cadena social, como los niños y los ancianos. Eslabones que lamentablemente desde hace décadas son los más débiles y no precisamente por voluntad propia.
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