En el año 2030 alrededor de 600 millones de personas en el mundo, aproximadamente el 7 por ciento de la población actual, seguirán viviendo en la extrema pobreza, según estimaciones del Banco Mundial.
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Luego de varias décadas de disminución de la pobreza en el planeta, el ritmo de esa reducción empezó a bajar en 2015.
A ello se sumó un “crecimiento económico modesto” y durante 2020-22, “se produjeron graves retrocesos en la reducción de la pobreza, mientras los países se tambaleaban debido a crisis simultáneas, como la pandemia de COVID-19, las conmociones climáticas, la elevada deuda, y la fragilidad y los conflictos”, dijo el BM.
Añadió que en 2022 “aproximadamente 712 millones de personas vivían en la pobreza extrema, con menos de 2,15 dólares al día la línea de pobreza de los países de ingreso bajo”.
“La pobreza también continúa siendo un problema serio en muchos países de ingreso mediano. En 2022, 3.600 millones de habitantes —casi la mitad de la población mundial— subsistía con menos de 6,85 dólares al día, la línea de pobreza de los países de ingreso mediano alto”, advirtió.
El informe de Luis Felipe López-Calva, Director Global de la Práctica Global de Pobreza y Equidad del Grupo Banco Mundial en la Vicepresidencia de Crecimiento Equitativo, Finanzas e Instituciones (EFI), indicó que hace casi 10 años los países de todo el mundo adoptaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), 17 metas que la comunidad mundial debe alcanzar de aquí a 2030 con el fin de garantizar la paz y la prosperidad para las generaciones actuales y futuras.
La pobreza –alertó- no es solo la falta de ingresos, pues millones de personas “se ven privadas diariamente de necesidades esenciales, como acceso a la atención de salud, la educación, la vivienda, el agua o la electricidad, con lo que también se les niega su dignidad”.
Según el ritmo de avances actual, sostuvo, “casi 600 millones de personas -alrededor del 7 % de la población mundial actual- seguirán viviendo en la pobreza extrema para 2030, la mayoría de ellas en África subsahariana o en lugares frágiles y afectados por conflictos. A esta velocidad, podría llevar más de tres décadas erradicar la pobreza extrema”.
El ejecutivo del BM aclaró, no obstante, que “no es demasiado tarde para cambiar el rumbo”, aunque “si bien el crecimiento económico es importante para retomar el curso, por sí solo no garantiza que las personas salgan de la pobreza”.
“Este crecimiento también debe ser más inclusivo y sostenible. La base del crecimiento inclusivo radica en invertir en las personas, lo que significa garantizar que tengan más acceso a atención de salud, educación, servicios sociales, infraestructura básica, empleos de mejor calidad y oportunidades”.
La receta no es novedosa ni imposible de llevar a cabo. Solo se necesita voluntad política y visos de humanidad de parte de quienes tienen el poder. El BM dijo que “los países deben ampliar las oportunidades para que las personas en situación de pobreza obtengan mayores ingresos y contribuyan de manera más proactiva a la economía, y eliminar las limitaciones que enfrentan los hogares pobres para acumular activos naturales, financieros y de otro tipo. Esto es especialmente cierto para aquellos que están ubicados en el extremo inferior de la distribución del ingreso”.
“Los países también necesitan políticas fiscales que resulten beneficiosas para todos. Las políticas fiscales se pueden reformar reorientando el gasto público de los subsidios ineficientes hacia normativas más específicas que apoyen a los hogares pobres y vulnerables. Los sistemas fiscales bien diseñados pueden proteger a los hogares de volver a caer en la pobreza durante una crisis o conmoción”.
Y en ese marco “la reducción de la pobreza solo será sostenible si se combina con una acción climática eficaz. Muchas personas que viven en la pobreza son muy vulnerables a los fenómenos meteorológicos extremos, como las inundaciones, los ciclones o las sequías, que son cada vez más frecuentes e intensos”.
En otras palabras, cuidar el planeta es fundamental. Ya lo dijo el papa Francisco en su encíclica Laudato Sí: “El desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar”.
El trabajo del BM sostuvo que “aún estamos a tiempo de corregir el rumbo, pero los múltiples desafíos mundiales interrelacionados a los que nos enfrentamos exigen un enfoque diferente para avanzar. Se necesita que todos trabajemos juntos, incluidos los Gobiernos, la sociedad civil, las organizaciones internacionales, el sector privado y los ciudadanos”.
Las iniquidades económicas y financieras son fundamentales para abordar el drama: “En medio de una deuda elevada y un espacio fiscal limitado, los países de ingreso bajo se enfrentan a graves restricciones de capacidad para invertir en áreas esenciales como la educación, la atención de la salud y la infraestructura, que son fundamentales para una reducción sostenida de la pobreza”, se advirtió.
“La asistencia oficial para el desarrollo proporcionada por los países de ingreso alto es crítica para financiar los objetivos de desarrollo de los países de ingreso bajo, por lo que los donantes deben cumplir sus compromisos asumidos desde hace tiempo”, aseveró el BM.
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